La forma de producir los bienes y servicios que consumimos nos ha llevado a una situación escandalosa: nuestros alimentos y cuerpos ya contienen microplásticos, lo que deteriora nuestra salud; existen zonas habitadas que están condenadas a desaparecer bajo el mar, sin mucho que podamos hacer para evitarlo; se están extinguiendo algunas especies de plantas y animales de los que depende nuestro futuro y estilo de vida, y no nos arrepentiremos hasta que los hayamos perdido; y ya empezamos a enfrentar catástrofes naturales, más agresivas y frecuentes, que han obligado a la gente a migrar o cambiar drásticamente su estilo de vida.
Por más que no lo queramos ver, llegará el momento en el que no podremos seguir así y no verlo. Debemos cambiar la forma en que pensamos y diseñamos la producción de los bienes y servicios a los que estamos acostumbrados.
La forma tradicional de producir es conocida como la economía lineal, en donde detectamos una necesidad de la gente, diseñamos un producto o servicio para satisfacer esa necesidad, extraemos los recursos naturales necesarios para producirlos y comercializarlos, y se acabó. Lo que pase de ahí en fuera no nos preocupa, especialmente los efectos de largo plazo en nuestra salud y en la naturaleza. Es una línea recta: extraer, producir, consumir y desechar.
El sólo reciclar es un paso en la dirección correcta, aunque es únicamente un paliativo. De lo que ya producimos, está muy bien ver qué podemos volver a utilizar para así disminuir un poco el impacto ambiental. Sin embargo, esto es insuficiente. Hace poco platiqué con Ximena Mora, cofundadora de Rayito de Luna, una empresa de productos de higiene y cuidado personal 100% naturales, la cual está inmersa en la economía circular, quien me comentó que en México solamente se recicla el 10% de todo el desecho plástico que se genera, y eso que es uno de los materiales más reciclados.
En cambio, la economía circular se refiere a un modelo de producción en el que desde que estamos diseñando el bien o servicio que produciremos, tomamos en cuenta toda la cadena de producción y consumo, así como todos los deshechos que se generan con ellos, todas las sustancias y procesos químicos, y cómo podrían afectar al medio ambiente.
Es decir, se diseña la producción de forma en que los empaques no terminen como un contaminante pues se planifica cómo se van a reciclar o reutilizar, convertir en composta o disolverse de forma amigable con el medio ambiente. También se procura una emisión cero de gases de efecto invernadero, que no se contaminen los suelos y ecosistemas de donde se extraen los recursos que la producción requiere.
El diseño es circular. Es decir, cada proceso, material y efecto colateral es tomado en cuenta, además de gestionar y maximizar el aprovechamiento de la naturaleza, mientras se minimiza el impacto negativo. Algunos van más allá y también imputan una responsabilidad social similar a la ecológica.
Cada vez hay más empresas de la economía circular. En el caso de Rayito de Luna, elaboran productos de higiene personal. Todas sus materias primas provienen principalmente de productores locales y son agroecológicas. Esto quiere decir que no hay ningún tipo de agroquímicos o sustancia química involucrada en los cultivos y también cuidan los procesos de elaboración.
Ximena afirma que no desperdician agua y no contaminan con químicos sintéticos porque no los incluyen en sus fórmulas. Sus envases son retornables y los materiales que usan para embalar son compostables, a 90 días en composta casera.
Drop-it es otra empresa mexicana que fabrica productos de limpieza, como jabones, hiper concentrados en una bolsita que se disuelve en el agua. De esta forma, no se generan tantos envases de plástico desechables y se ahorra mucho combustible en el transporte de los productos.
Hay muchas empresas, como MUD Jeans, que en lugar de comercializar prendas de vestir, las alquilan y dan nueva vida útil a las prendas para que estas no acaben en rellenos sanitarios. Desde el diseño, los jeans se fabrican de una forma que facilita su reciclaje, utilizan tintes menos dañinos con el medio ambiente y reciclan 95% del agua que utilizan.
Hay empresas y movimientos que promueven la reducción de empaques de comida para llevar, incentivando al usuario a transportar sus propios tupperwares o envases reutilizables. La idea es innovar en formas que incentiven una economía más sustentable.
La naturaleza nos está pasando la factura por un modelo de producción irresponsable. El exceso de sargazo en las playas, el calor insoportable, más incendios, huracanes, migraciones obligadas por sequías o inundaciones constantes; así como la ingesta cotidiana de microplásticos, entre muchos otros costos, serán sólo el principio de la mayor crisis en la historia de la humanidad si no cambiamos nuestra forma de producir y consumir, además de nuestra relación con el resto de los seres vivos y con nuestro entorno en general.
El camino ya lo conocemos, tenemos creatividad suficiente para innovar y alcanzar nuestros objetivos.
Como siempre, es mucho más barato y agradable prevenir que lamentar, pero la pregunta está en el aire
¿Qué tanto pondremos de nuestra parte?