Si bien ha habido un importante crecimiento económico en el mundo y en México en las últimas décadas, hay que reconocer que éste ha sido desigual. De la misma forma, la distribución de la riqueza y de las oportunidades ha sido dispareja.
En nuestro país y de acuerdo con cifras del CONEVAL, alrededor de 50 millones de personas viven en condiciones de pobreza y, desafortunadamente, 7 de cada 10 mexicanos que nacen en situación de pobreza, morirán pobres. Hay estudios que señalan que a una familia le puede tomar hasta tres generaciones para salir de la pobreza.
Es así que el crecimiento económico, no ha sido, ni será suficiente, en el corto plazo, para sacar a la gente de la pobreza al ritmo que necesitamos.
Además es muy importante reconocer que vivimos ya en la economía del conocimiento; en esta economía digital, en la que han cambiado nuestros estilos de vida, la forma en que nos relacionamos, nos comunicamos e incluso en cómo aprendemos, producimos y trabajamos.
Los mexicanos que se suban a este mundo digital avanzarán y progresarán, pero aquellos que no quieran, no puedan o no los dejen incorporarse, corren el riesgo de quedarse permanentemente rezagados. Esta situación nos pone, como sociedad y como país, en gran riesgo de polarizarnos cada día más.
Ahora bien, si en México vivimos alrededor de 130 millones de personas de las cuales 50 millones viven en la pobreza, la mayoría de los mexicanos estamos en condiciones de apoyar a los menos favorecidos para que salgan de esa situación, no en tres, ni en dos, sino en esta misma generación.
Para ello, propongo una nueva actitud y una serie de acciones bajo el concepto de “Adopta un Mexicano”, en el que nos asumamos corresponsables de la vida de los demás.
Para lograrlo podemos empezar por apoyar a uno o a más jóvenes para que terminen sus estudios de educación básica y accedan a una carrera técnica o a una licenciatura, por ejemplo. Dedicándoles tiempo para interesarnos en sus inquietudes y aspiraciones, y orientarlos para que emprendan las acciones necesarias para alcanzar sus sueños. Ayudándolos a acceder al mercado laboral para que tengan los medios de construir una vida digna.
En pocas palabras, apoyándolos para que tengan las mismas oportunidades que otros hemos tenido y que buscamos todos los días para nuestros seres queridos.
Hoy, ante la crisis sanitaria y económica que significa el coronavirus, enfrentamos el reto más grande de los últimos tiempos. Este virus pone en riesgo nuestra salud y nuestras vidas; y dado que no existen tratamientos ni vacunas para hacerle frente, nos tenemos que quedar en casa para protegernos.
Sin embargo, muchos mexicanos viven al día y, sin apoyo, tienen que salir a la calle en búsqueda de ingresos para poder llevar alimentos a su familias, poniéndose en riesgo ellos y poniendo en riesgo a su núcleo.
Hoy más que nunca debemos de hacernos corresponsables del bienestar de los demás. Empecemos desde ahora adoptando a un mexicano.
En este momento, la prioridad es la alimentación para la subsistencia; pero pasando la crisis, el enemigo a vencer seguirá siendo la pobreza y la falta de oportunidades.
Todos tenemos en nuestro entorno a gente llena de necesidades. Necesidades que se multiplicarán en estos tiempos difíciles. La propuesta es que empecemos por ahí, con apoyos económicos.
En estos días he estado participando directamente en un ejercicio de solidaridad, organizado por empresarios y sociedad civil en Nuevo León, para atender a las personas que han perdido su empleo ante la crisis o para apoyar a quienes no tienen ingresos suficientes para hacerle frente.
He podido valorar y atestiguar la existencia de infinidad de organizaciones, como la Red de Bancos de Alimentos y otros grupos sociales y de beneficencia, que llevan años apoyando a las personas menos favorecidas con despensas, vales, comedores comunitarios y muchos otros servicios.
Ellos saben dónde están los grupos más necesitados; y están preparados para atender esta emergencia, pero requieren de nuestra solidaridad y de nuestro apoyo.
Al terminar la pandemia, no podemos y no queremos regresar al mundo de antes: debemos construir uno mejor. Está en nuestra manos construir un México mejor para todos.
Un México próspero, libre, democrático y sobre todo empático, solidario e incluyente.
Parafraseando a al presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, al enfrentar una situación similar durante la Gran Depresión: la libertad debe traducirse en oportunidades para todos para alcanzar una vida decente, pero sobre todo una vida que valga la pena vivir.