La labor diplomática exige contar con un amplio conocimiento del mundo, las reglas que lo rigen y el papel que desempeña el país que uno representa en ese mundo. En el caso de la diplomacia mexicana es una exigencia ineludible comprender de la manera más precisa a Estados Unidos, no sólo por ser el factor más absorbente de nuestras decisiones de política exterior, sino también porque no se trata de un vecino cualquiera, sino de la principal potencia internacional del último siglo.

Jorge G. Castañeda describe su más reciente libro Estados Unidos: en la intimidad y la distancia como la mirada de un extranjero sobre ese complejo país. En realidad, la obra es bastante más que eso: se trata de una radiografía que cruza por la historia, la política, la cultura y hasta la psicología y el humor de los estadounidenses. Muchos autores antes que él, desde Tocqueville y Thomas Mann, hasta los analistas soviéticos que produjeron carretadas de documentos, han buscado desentrañar el funcionamiento, las motivaciones, las instituciones y las debilidades de Estados Unidos. Dentro de esa tradición, uno de los principales atractivos de este libro es que nos brinda una vasta apreciación de la Unión Americana desde la óptica de un mexicano. Así, continuamente nos encontramos con referencias de lo que significa Estados Unidos para el mundo, pero con dedicatoria especial para México.

Esta radiografía exhibe a un país que, basado en un enorme pragmatismo, desde su gestación tomó las experiencias que más le acomodaban del mundo para convertirlas en formas de organización propias y novedosas. Afirma Castañeda que fue el primer país del mundo en construir una clase media abundante, sin los privilegios de sangre o de linaje que caracterizaban a las sociedades europeas, lo cual permitió la movilidad y el ascenso social que ellos mismos calificaron como The American Dream. Con esfuerzo y talento cualquiera podía florecer… siempre y cuando se tratara de un hombre y de raza blanca. Hasta la fecha esas oportunidades aparentemente infinitas están mermadas para los negros, los latinos y los de origen asiático. La partición social y política que hoy simboliza la presidencia de Trump tiene sus orígenes en un suelo disparejo por razones raciales y, lo más novedoso que destaca Castañeda, por la paulatina desaparición de esa clase media a partir de una escandalosa concentración del ingreso.

Así, el deterioro social y la pérdida de poder relativo de Estados Unidos obedecen más a causas estructurales internas que al ascenso de otras potencias. La democracia estadounidense está dejando de ser funcional al no ajustarse a los cambios demográficos y los nuevos desequilibrios económicos. Es indudable que países como China en lo económico y Rusia en lo político le han quitado rebanadas del pastel mundial que antes dominaba la superpotencia norteamericana. Pero la urgencia principal que se observa en el Estados Unidos contemporáneo tiene que ver con un sistema político que ya no es funcional dentro de una realidad que lo ha rebasado.

La “mirada íntima” de Castañeda permite ver algo de la mayor importancia: la manera en que la sacudida por la que atraviesa Estados Unidos va a afectar las relaciones bilaterales y, en el fondo, el conjunto de la política exterior mexicana. Con este libro, los jóvenes diplomáticos de nuestro país ya tienen a su alcance una visión mexicanizada del enorme y cambiante país que nos tocó de vecino.

Al terminar esta lectura y habiendo sido yo mismo subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte, no puedo más que externar mi sorpresa, por decirlo de manera elegante, ante la eliminación de esa subsecretaría, la más demandante y complicada con que contaba la Cancillería. Si la idea era disminuir la estructura de la SRE (ya de por sí muy pequeña), la opción habría sido fusionar a la subsecretaría encargada de Europa, Asia y África con la de asuntos multilaterales.

Internacionalista

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