Si no existiera la pandemia del coronavirus, la atención mundial estaría puesta en la pugna entre las grandes potencias petroleras. Lo que está ocurriendo en ese sector da para escribir un guion de película.

Se ha establecido (ahora sabemos que con pocas bases) que el origen del desplome de los precios internacionales del petróleo proviene de un desacuerdo entre Rusia y Arabia Saudita para reducir la producción global y de esa manera mantener cotizaciones más altas. Según fluyen nuevas revelaciones, al parecer el desacuerdo estaba perfectamente orquestado entre esos dos países para vulnerar a la industria petrolera estadounidense. Es decir, sauditas y rusos montaron el teatro del desacuerdo para colapsar los precios y por esa vía dañar a Estados Unidos, que se ha convertido en el principal productor mundial de energía fósil.

La ecuación ruso-saudita se basa en el hecho de que Estados Unidos tiene costos de extracción más altos al tratarse esencialmente de shale oil, crudo de lutitas. Si esa alianza logra mantenerse por algunos meses, todos los productores sin excepción registrarán cuantiosas pérdidas al empujar los precios a la baja. Así, la expectativa de Moscú y de Riad es aguantar sin ingresos óptimos por un tiempo para forzar a que Estados Unidos cierre pozos frente a precios que no cubren siquiera el costo de extracción. Mientras tanto, esos dos países han ido almacenando crudo, considerando que tarde o temprano el mismo EU se verá en la necesidad de comprárselo.

Ahora bien, la jugada puede salirles totalmente errada ante la inesperada recesión global que está generando el Covid. Frente a la parálisis de la economía mundial, la demanda de petróleo ha caído a niveles no vistos desde hace tres décadas. Hoy día, el WTI de Texas se cotiza en 24 dólares, mientras que el promedio de la OPEP se encuentra en 21.60. La mezcla mexicana se encuentra en apenas 10.76 dólares, con una pérdida de tres cuartas partes del valor que tenía hace un mes. Esto quiere decir que el conjunto de la industria mundial del petróleo se encuentra al límite o ya por debajo del límite de rentabilidad, donde cuesta más extraer el crudo que su precio de venta. Ahora sí, en un giro perverso para la estrategia de rusos y sauditas, de nada les serviría recortar la producción puesto que no hay demanda por la contracción económica general que vivimos.

En este contexto, es urgente que México revise de cabo a rabo su estrategia energética, no sólo petrolera. Si cierran pozos en Estados Unidos, tendremos que buscar otros abastecedores, principalmente de gas, donde nuestra dependencia es muy alta. Habrá que evaluar si sigue siendo rentable extraer crudo o dejarlo en el subsuelo hasta que mejoren las condiciones del mercado. El reto es mayúsculo para nuestro país. Estamos quizá en los albores de la mayor cirugía del sector energético nacional.

Internacionalista

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