Es práctica común de los gobiernos de Estados Unidos que al final de alguna reunión entre Jefes de Estado, alguno de los asistentes se reúna con periodistas seleccionados para ofrecerles la versión que desean ver reflejada en los noticieros de la noche y los diarios del día siguiente. Así, eliminan los aspectos indeseables y ponen de relieve lo que mejor convenga a sus intereses. Este es el famoso spin.
El comunicado conjunto de la reunión virtual entre los presidentes Biden y López Obrador ofrece pocas pistas sobre el tenor de la reunión, los asuntos delicados y los debates de fondo. Se trata de un documento de corte burocrático que no hace honor a la complejidad de estos nexos y mucho menos del complicado contexto internacional por el que atravesamos. Esto obliga a analizar el spin que le dieron en la Casa Blanca, si es que deseamos entender por dónde se están moviendo las aguas.
Washington dejó sembradas algunas señales. Se observa que el equipo de Biden se aplicó para evitar que la primera cumbre formal entre los vecinos se desarrollara en un ambiente tirante y poco amistoso. La parte estadounidense pareció quedar complacida de que hayan funcionado las señales que envió Biden de considerar a México una relación prioritaria, de proponer trato entre iguales y respeto a la soberanía. Con esta fórmula lograron disminuir el rechazo y la animadversión que han percibido por parte del presidente de México hacia el triunfo de Joe Biden. De hecho, distintos medios de Estados Unidos coincidieron en que la nota principal del encuentro fue “quitarle asperezas” a la postura de nuestro mandatario. La gran mayoría de los periódicos y reportajes señalan que el presidente mexicano fue uno de los que tardó más en felicitar a Joe Biden después de las elecciones y que había logrado algún acomodo funcional con Trump. Para establecer el contraste, las notas coinciden en recordar que el Primer Ministro de Canadá, con el que Biden sostuvo su primer encuentro como presidente, no tuvo el menor empacho en decirle que sentía un enorme alivio al lidiar con él y no con su temperamental antecesor. Quizá, al resaltar este punto, quiere enviarse la señal de que Washington esperaba un mensaje parecido por parte de López Obrador, de cordialidad y de celebración por la partida del Donald.
En esta lectura entre líneas, resalta la necesidad que tiene el gobierno de Washington de contar con el apoyo de México en materia migratoria. La reforma migratoria que impulsa Biden, sobre todo la regularización de los indocumentados que ya viven en Estados Unidos puede frustrarse en caso de que sigan arribando nuevos migrantes a ese país. Los congresistas le dirán que esto es un barril sin fondo y por ende la rechazarán. Para ello, Estados Unidos requiere que las autoridades mexicanas detengan a los centroamericanos, como ya se hacía con Trump, pero ahora también a los mexicanos que buscan migrar en números crecientes. Estados Unidos va a buscar que México sea un aliado de tiempo completo. La moneda de cambio pudieron ser las vacunas que tanta falta hacen en nuestro país. Si México cerró el paso a los migrantes por las malas razones, para evitar que Trump nos impusiera aranceles, ahora se podría conseguir algo bueno —las vacunas— por hacer lo mismo que antes.
Internacionalista