La regla de oro es que nadie triunfa en Afganistán. Después de veinte años de ocupación militar, miles de soldados muertos y más de un billón de dólares invertidos, Estados Unidos logró la improbable hazaña de colocarse en una situación más vulnerable que al inicio de la incursión en ese país. Al conmemorarse el veinte aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre, Estados Unidos tendrá que reforzar al máximo sus equipos de inteligencia contra el terrorismo al tiempo que tendrá que hacerse cargo de las ventajas obtenidas por Rusia, China e Irán en el gran tablero de la política mundial. A diferencia de Washington, esos tres países poseen llaves de negociación con los talibanes que no tiene Estados Unidos.

La amenaza de invadir Afganistán ya ocurrió. Washington no tiene margen de maniobra ni apoyo de los estadounidenses para regresar a ese país. Estados Unidos está conmocionado, en una sensación de derrota que va a marcar para siempre al gobierno de Joe Biden. Son los propios medios estadounidenses los que han traído a la memoria la cita de su exjefe, Barack Obama, en el sentido de que “no debe subestimarse la capacidad de Joe de echarlo todo a perder”. Estoy maquillando la frase porque en inglés lo dijo mucho peor: Don’t underestimate Joe’s ability to fuck things up.

Irónicamente se cruzó una magnífica idea —retirarse de la guerra más prolongada en que haya intervenido Estados Unidos— con una de las peores operaciones logísticas y militares de que haya memoria. Las imágenes de la evacuación de Kabul se han convertido en un clásico instantáneo; el avión de la fuerza aérea más poderosa del mundo rodeado de civiles que saben que los talibanes habrán de aniquilarlos. En la jerga diplomática decimos, con razón comprobada, que las guerras son como los grandes romances: sabemos cómo inician, pero ni idea de cómo terminan.

Mientras Estados Unidos se lame las heridas y procesa el enorme descalabro que ha sufrido, China y Rusia identifican oportunidades espléndidas para promover sus intereses. Beijing tiene una oportunidad inédita para reintegrar a Taiwán dentro de una China unificada. Moscú, por su parte, puede utilizar este episodio para ampliar su esfera de influencia sobre países que ven con preocupación el retorno del gobierno talibán y sus nexos con Al Qaeda y el Estado Islámico como son Irán, Pakistán y la India.

Lo que ha sucedido en el centro de Asia altera las coordenadas del poder mundial. Para recordar los ataques sobre las Torres Gemelas, lo único que podrá ofrecer el gobierno de Estados Unidos es una defensa local a posibles atentados terroristas. Con seguridad, en los próximos meses caerán las principales cabezas del establishment de seguridad y de la diplomacia norteamericana y también, lamentablemente y sin ningún sentido figurativo, de muchos afganos que no comulgan con la ortodoxia talibán.

Internacionalista

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