Intento responder a esta pregunta, comenzando por la conclusión: la única manera efectiva de reabrir la economía tendrá que ser de golpe, con todos los sectores y regiones al mismo tiempo e, idealmente, a nivel mundial. De poco sirve reanudar operaciones por segmentos. Por ejemplo, supongamos que vuelven a funcionar los hoteles en Cancún, pero no hay líneas áreas que puedan llevar a los turistas. O bien, que México reanude la producción de automóviles, pero en Estados Unidos sigan cerradas las concesionarias y la gente continúe enclaustrada y por tanto no necesite de un auto, ya no digamos nuevo.

Ahora bien, del punto de vista epidemiológico, la fórmula de reabrir toda la actividad económica al mismo tiempo conduciría a tasas de contagio insostenibles, desbordamiento absoluto de los servicios médicos y, según algunas estimaciones, entre 200 y 250 millones de muertes. En un año normal, fallecen en promedio 70 millones de personas. Por simple pánico y en ausencia de una vacuna o un tratamiento eficaz, aunque se diera la orden mundial de reanudar las actividades, gran cantidad de gente decidiría desobedecer la instrucción y mantener el aislamiento. Así las cosas, tendríamos que esperar a que se encuentre la cura o que a través del “contagio de rebaño” vayamos haciéndonos inmunes y dejar que la naturaleza determine quién sobrevive y quién muere.

Los laboratorios y los centros de investigación trabajan a marchas forzadas para encontrar el antídoto. Si bien nos va, la vacuna estará disponible en un año o año y medio. La mala noticia es que la capacidad mundial de producción de vacunas, de cualquier tipo, apenas alcanza los 50 millones de dosis. Frente a una población global de 7 mil 500 millones de seres humanos, conseguir una vacuna equivaldrá a sacarse la lotería y se necesitará el dinero del premio para comprarla. Al menos en un inicio, el precio será estratosférico. Estas condiciones sugieren que, de nuevo, las autoridades sanitarias decreten el “quédate en tu casa” o bien que tomemos el riesgo asumido por Suecia de mantener todo abierto y que se enferme el que tenga que enfermarse y se inmunice quien pueda resistir el virus.

En un solo trimestre, la economía de Estados Unidos cayó un 4.8% negativo, con 30 millones de desempleados. Si la economía más grande del mundo se mantiene cerrada hasta que aparezca la cura o esté disponible la vacuna, el panorama será de cientos de miles de empresas en la quiebra, sin posibilidad de reanudar operaciones.

Ante este escenario, como hacen los generales en las guerras, habrá que contabilizar las bajas antes de que inicien las hostilidades. La tentación de los líderes políticos y de muchos empresarios, será reabrir la economía y dejar que la pandemia siga su curso natural. Si se tomara esa decisión, el peor remedio sería abrir sector por sector o región por región, pues ya vimos que esa receta es inútil. La otra opción, quizá la más cruda pero más viable, será mirar la experiencia de Suecia, sacar el saldo de muertos e infectados y decidir si el precio en vidas amerita o no reanudar la actividad económica. Esta será una de las decisiones más complejas de la historia.



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