La resurrección política de Joe Biden responde a un cálculo pragmático para seleccionar al candidato demócrata que más competencia pueda oponer a Donald Trump. Dudo que les alcance. Los demócratas no cuentan con un candidato idóneo, suficientemente atractivo, con las ideas y el arrastre que se requiere para sacar a Trump de la Casa Blanca. El Tío Joe carece de energía, de carisma y de planteamientos propios, casi todos prestados de la herencia de Obama quien, tras bambalinas, finalmente le ha ofrecido su apoyo.

Al igual que dice AMLO, el pecho de Trump no es bodega: ha dicho públicamente que le gustaría tener a Bernie Sanders como oponente para asegurar la reelección. Después de los resultados de este martes tendrá que enfocar sus baterías contra Biden. Con seguridad veremos a un Trump volcado a la ofensiva, equiparando la moderación de Biden como señal de debilidad. Lo atacará por ser un político de toda la vida que representa como pocos al pantano que tanto se critica a los operadores de Washington.

La primera y más difícil tarea de Biden será unificar al Partido Demócrata, lograr que los adeptos de Sanders le apoyen. Nada sencillo porque los proyectos de Biden y Sanders prácticamente no tienen conexión. El único pegamento eficaz con el que cuenta en realidad es el profundo deseo de los demócratas de echar a Trump del poder. Así, el entusiasmo que puede generar no es hacia él y su candidatura sino basado en el repudio hacia el presidente.

Hasta ahora el mejor aliado que ha tenido Biden para conseguir su nominación se llama Donald Trump. Cuando se vean cara a cara en los debates de otoño, Trump se presentará como un nacionalista a ultranza cuyo único objetivo ha sido defender los intereses de Estados Unidos, así sea al costo de lastimar las relaciones con sus aliados, aplicar aranceles a China que terminan pagando los estadounidenses o cancelando programas de salud o tradiciones como el asilo a los migrantes. El comportamiento de la economía es un bono fuerte para la elección de Trump. Ahora, con la crisis desatada por el coronavirus podrá incluso escudar las caídas de las bolsas y la contracción económica en un factor ajeno a sus decisiones.

En el ambiente que ha generado Trump en estos últimos cuatro años, el tono mesurado y los llamados a la decencia de Biden tienen poca tracción para generar el entusiasmo que se requiere para sacarlo de la Casa Blanca. Biden requiere de ideas fuerza, puesto que los errores y mañas de Trump le han llevado hasta el borde un impeachment y al final salió políticamente fortalecido. Desde México, al que tanto afectan las decisiones que se toman al norte de nuestra frontera, será mejor ir calibrando lo que será un segundo período de Trump, potencialmente más peligroso con un presidente ya sin frenos, sin tener que preocuparse por ser reelecto, cuya única preocupación será alimentar el ego y el registro de la historia.



Director General Ejecutivo del Aspen Institute

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