Una cosa es ver la luz al final del túnel y otra muy distinta percatarnos de que apenas estamos entrando en el túnel. El intelectual francés Jacques Attali, autor de ese gran libro Breve Historia del Futuro, da algunas pistas de cómo lucirá el mundo cuando finalmente atravesemos ese túnel.
La nueva normalidad no será un regreso a como eran las cosas antes de la pandemia. Esta no será una crisis como las que hemos padecido anteriormente, con su tradicional cuota de desempleados, recesión y caída de la producción y los ingresos. Según Attali, sectores enteros de la economía desaparecerán, empezando por la aviación, los cruceros, los centros comerciales y buena parte del turismo. El contacto y las relaciones humanas, los métodos de trabajo, la educación, la industria automotriz y el deporte profesional se verán alterados hasta el punto de ser irreconocibles.
Los primeros signos de este proceso inédito ya se perciben en México. La viabilidad del país exige de una estrategia nacional como quizá nunca se ha ensayado en nuestra historia. Hasta ahora, las manifestaciones de la crisis han detonado más distanciamiento que unidad; distanciamiento entre los estados y el gobierno federal, entre el norte y el sur, entre el sector público y el privado, entre intelectuales y líderes políticos. Así, el primer paso consistiría en detener de tajo este desmembramiento del talento y las responsabilidades de cada sector. Si el barco nacional se hunde dará igual estar a babor o a estribor de la nave, o trepado en el mástil más alto.
Es probable que por razones de confort psicológico o como una suerte de llamado a mantener la serenidad, aún haya resistencias a reconocer la gravedad de la crisis, a creer que este será un asunto del que nos olvidaremos muy pronto. Esos deseos chocan directamente con la realidad. Los datos del primer semestre de 2020, dan cuenta de cifras muy elevadas de muertes y contagios y una caída de 18 por ciento en el PIB. Estos datos deberían sacudirnos y emprender de inmediato un curso de acción como jamás se ha ensayado en el país.
Todo mundo, todos los sectores de nuestra sociedad deben estar conscientes de que esta crisis no será, como otras, un juego de ganadores y perdedores. Mientras no tracemos una gran estrategia nacional, únicamente habrá perdedores. Los más ricos del país sobrevivirán y mucho más que eso, qué duda cabe. Pero incluso ellos verán que sus negocios se evaporan ante la ausencia de consumidores y personas sin empleo.
El momento que vive el país demanda de un ejercicio inédito, con el concurso de toda la República, en el que confluyan las mentes más atinadas, experimentadas y generosas para confeccionar una carta de navegación para México. Me parece que existe voluntad, incluso un deseo creciente por construir una salida colectiva que abone a la viabilidad del país. Pero para convocar ese conjunto de fuerzas es preciso contar antes con esa indispensable hoja de ruta.
Internacionalista