Cualquier miembro de la familia Le Barón y cualquier otro mexicano que piense que este tipo de atrocidades no pueden seguir ocurriendo en nuestro país, diría con seguridad que cualquier tipo de asistencia que podamos recibir con estos fines es bienvenida. Aunque se tratara de los marcianos. Pero nuestro gobierno ya rechazó —con mucha gratitud, eso sí— el ofrecimiento de Washington de aceptar ayuda que provenga del vecino del norte. Por dos razones así expresadas: porque podemos solos y por soberanía.
Entra en juego primero la desconfianza y se deja en plano secundario la importancia impostergable que reviste para todos los mexicanos lograr la pacificación del país. ¿Ayuda de Estados Unidos? Antes de hablarlo siquiera se rechaza el ofrecimiento de asistencia porque algunos imaginan que eso implica la llegada de tropas del ejército norteamericano, patrullando nuestras ciudades, sustituyendo y dando órdenes a las autoridades mexicanas. Sin siquiera empezar a discutir en qué consistiría el apoyo de Estados Unidos, se cancela esta opción.
El enfoque está equivocado. Una de las mejores maneras de enfrentar al crimen organizado en México es haciendo corresponsable al gobierno de Estados Unidos. ¿Quieren ayudarnos de verdad? —como ofreció Trump. Pues adelante. Lo primero que necesitamos los mexicanos es que realicen un operativo para clausurar y sancionar a las armerías que surten a los cárteles mexicanos… y que den información sobre sus clientes criminales. ¿Más ayuda? Que limpien sus aduanas de corrupción para evitar el paso de cargamentos de drogas. México no puede ni debe hacerlo solo. Para eso tenemos una frontera en la que ya no pueden cruzar familias de migrantes, pero siguen pasando estupefacientes.
¿Todavía más ayuda? Conjuntar esfuerzos en ambos países y frente a paraísos fiscales para cerrar la puerta al lavado de dinero, a las ganancias de las bandas del crimen organizado. Y también, discutir con el gobierno de EU la manera en que debe compartirse información de inteligencia para combatirlas. Más aun, que compartan con México la experiencia que poseen para obtener información relevante, cómo conectar de mejor manera los hallazgos de los servicios de inteligencia con la operación en el terreno, cómo ir un paso delante de los planes y acciones de los criminales.
Tampoco le haría daño a México conocer la experiencia de EU para adiestrar cuerpos de élite, mecanismos para infiltrar agrupaciones terroristas, protocolos de actuación en el terreno para que no vuelva a pasarnos lo de Culiacán, sistemas de evaluación de confianza del personal dedicado a estas tareas, protección a las familias de los efectivos, adiestramiento y uso de nuevas tecnologías de espionaje y de procesamiento de la información.
Pues nada de esto. Rechazamos de entrada cualquier forma de colaboración por venir de Estados Unidos (el único país que hasta el momento ha ofrecido apoyo) y porque en automático se entiende por ayuda una invasión inminente de las tropas norteamericanas, al General Pershing persiguiendo a Pancho Villa en el territorio nacional. Sin pausa y sin explorar posibilidades con el vecino, nuestro gobierno respondió que no aceptamos la cooperación internacional y que es más, ni siquiera la necesitamos porque podemos solos. Acto seguido, se anuncia la entrada del FBI a “acompañar la investigación”, derrumbando cualquier viso de congruencia o de visión estratégica.
Frente al crimen organizado trasnacional se requiere una estrategia igualmente trasnacional. Tampoco EU y está visto, puede solo contra este fenómeno que no entiende de fronteras, que más bien las usa en su beneficio ante la desconexión que existe entre los gobiernos de nuestra región.
Lo inteligente y lo pragmático no quita lo valiente. Esta era una gran oportunidad para que EU empezara a hacerse corresponsable del drama que vive México y simplemente se está dejando pasar.
Director General Ejecutivo
del Aspen Institute