Es cierto que la presión mediática y la terrible realidad que azota al mundo con el coronavirus es tan fuerte que quiere derrumbar al último paciente deportivo que le queda, el más importante en términos de humanidad, el que genera mejores mensajes, el evento que nos recuerda —cada cuatro años— por qué somos más fuertes, más rápidos, más altos.
Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 viven horas fundamentales para que se disputen como todo estaba escrito, del 24 de julio al 9 de agosto. El tema es que la presión de los diferentes comités nacionales del deporte, así como los países y voces de salud expertas en la situación, han movido la agenda para que —de una vez por todas— el hombre que preside al Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, anuncie la postergación.
El último comunicado, en el que a todos luces lo que se busca es ganar tiempo, ya no de mayo sino a cuatro semanas, es para ver si se puede realizar este año o se manda a 2021, como se hizo con la Eurocopa y la Copa América .
Al parecer, el romanticismo y los miles de millones de dólares que mueven al mundo olímpico tendrán que mover la fecha y reconocer la derrota ante el virus más letal de nuestros tiempos, en temas de economía de industria deportiva.
El dolor y el colapso de estos días, en los que los Juegos en Japón añoraban ser el mensaje de que la vida sigue y estaremos más unidos que nunca, tendrá que esperar, ya que están las presiones de Canadá y Australia, países que ya anunciaron que —de seguir en las fechas programadas— no llevarían atletas, los comunicados de las federaciones de natación más poderosas, como la de Estados Unidos, los mensajes gubernamentales de varios jefes de estado y el primer ministro japonés, Shinzo Abe, con la preocupación de la salud de los atletas y todos los aficionados, harán que caiga el último y gran bastión del mundo deportivo ante el coronavirus .
¡Bienvenidos, bienvenidos! A las semanas más duras que ha vivido el deporte espectáculo en su historia.