Estamos en una Liga MX que se pone candente. Seamos realistas, las emociones que nos suele regalar —sobre todo en las últimas fechas del campeonato— son tan poderosas que, después de ganar Pumas con Antonio Mohamed, se saca la calculadora, porque los felinos jugarán tres finales: Ante Toluca en casa, además de complicadas visitas al América y los Rayados.
Si logran el objetivo, tendrán la posibilidad de pelear por el título.
Eso es lo que tiene el final del torneo mexicano: La magia de que cada afición y cada club tiene para sumar y meterse a pelear.
Es cierto, la Liguilla con formato de repechaje es una de las cosas que nos tiene atorados en la medianía, pero si logran cambiar el chip de la competencia y —en lugar de sobrevivir— se meten la idea de sobresalir, se darían más historias como la del Puebla hace unos certámenes, que del lugar 12 eliminaron a los Rayados y —desde entonces— no ha fallado a ninguna Fiesta Grande. Ya veremos si les alcanza.
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Y tenemos —por ejemplo— a los Tigres, ahora de Robert Dante Siboldi, que tienen un cierre no tan complicado y pueden recibir el juego de repechaje, para —de ahí— meterse a la Liguilla y enfrentar a los de arriba con todas las credenciales para ser finalistas, pese a contar con ese multicriticado equipo.
No le busquemos tres pies al humano. Lo que tenemos es un cierre en el que, por más que nos vendan al favorito, hoy pondría más de tres razones por las que —al menos— 10 equipos pueden ser campeones, y no es exageración ni mentira. Toda una ensalada de locos.
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¡Bienvenidos, bienvenidos! A la etapa en la que nueve puntos cambiarán todo lo que hoy intuimos sobre lo que será el futuro de nuestra Liga MX.
Que nos les vendan humo, el gran secreto de nuestro futbol justo es ese.
Si no, pregúntenle al Atlas bicampéon, a los Xolos del Turco Mohamed, al Atlante del Profe Cruz, a los Pumas de Memo Vazquez... Es más, al mismo Monterrey, llegando como el sitio número 8, para ser campeón en el Estadio Azteca, ante el América.