Tenemos que ser claros. No podemos hacernos como si el Tío Lolo nos hablara y cambiar todo por arte de magia.

En el escandaloso y terrible proceso de la Fede, llega el momento de hacernos creer que la fórmula del éxito son los juegos en Estados Unidos, donde los paisanos nos llenan de dólares en todos los sentidos: Entradas y marcas comerciales para los latinos del otro lado del muro.

La rentabilidad para todos los dueños se da en esa jugosa ganancia y —por ende— llega la justificación de tantos colegas domesticados, quienes dicen que es el único camino para que todas las generaciones sigan teniendo oportunidades.

Y ahí debemos soplarnos los famosos partidos moleros, pero ahora a costillas del espectáculo de lo más importante de nuestra Liga MX.

El producto que debemos también cuidar tiene que salir a ser parte del cochinito y descuidar los últimos dos partidos de la fase regular.

A esa Liga pertenece la base de esta Selección, que se pone al servicio de la supuesta logística para buscar el quinto partido.

Esa mala organización se sigue heredando por conveniencia y afecta a los clubes que aspiran a entrar directo a la fase final, porque ceden a sus figuras y no trabajan con ellas cinco días, de cara a los puntos decisivos.

Una pachanga, como siempre, y nos hacen creer que ahora es prioridad una Selección que tiene un compromiso mal planificado, contra el odiado rival. Seguimos tapando un hoyo y abriendo otro.

No hay quien pueda meterle seriedad a esto, mientras el dinero siga como principal foco de todo, aunque se pisoteó un posible plan integral deportivo.

Al rato, se culpara de nuevo a los dueños y saldrán sus jilgueros a sueldo a decir que ellos no fallan los goles y no hacen los cambios durante un partido, porque seguimos destinados a no crecer de verdad.

¡Bienvenidos, bienvenidos! Al daño de los juegos amistosos de la Selección Mexicana.

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