Nuestra amada Liga MX, de nuevo se mancha de sangre, de nuevo queda superada en sus logísticas y con barbarie, tanto en las tribunas como fuera de estas.
El juego Pumas vs Tigres, en Ciudad Universitaria, tuvo una escena grotesca, porque ni las familias presentes ni algunas parejas pudieron separar a las personas de una golpiza innecesaria, en la que —además— hubo mala reacción de los elementos de seguridad dentro del estadio.
Y la que nos deja de nuevo expuestos, sensibles y con la necesidad de levantar la voz, fue la de unos aficionados de una barra peligrosa, como La Adicción de Monterrey, que volvieron a hacer de las suyas en una confrontación contra una camioneta de equipo médico que iba pasando por las cercanías del Gigante de Acero, el estadio de los Rayados.
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Ahí se encararon con el chofer y el copiloto, generando una bronca donde más de 10 sujetos golpearon a estas dos personas sin piedad, sin clemencia, con una llanta con todo y rin, pateándolos repetidamente en la cara, con una saña de tal forma como si buscaran matarlo, quitarle la vida.
La imagen es brutal, es inhumana, pero los rostros están ahí, las caras se reconocen gracias al ejercicio de nuestros días, donde otros aficionados que iban pasando documentaron el terrible suceso.
Lo ponía en mis redes sociales: Lo que se logró con el sujeto que golpeó a placer a un joven que no le dio la atención que debía, según esta persona que reaccionó con tanta violencia y con el que las autoridades de San Luis Potosí sí dieron y lo pusieron a disposición de lo que debía pasar, es una muestra de que las cosas pueden hacerse.
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Esto debe pasar, con todo y apoyo de la Liga MX, de la inteligencia que se logró con el esfuerzo del FAN ID, y las relaciones que hay en diversas áreas, para identificar a estas personas que hoy deberían dormir en prisión.
Las rachas y los invictos que cayeron hoy, pasan a segundo plano. Urge que las acciones vayan en serio para que esta conversación no sea la constante y podamos regresar a analizar la derrota de los regios y de las Chivas. ¡Bienvenidos, bienvenidos! A los días de las golpizas y las rachas.
