En los últimos meses, el escenario electoral ha estado bastante activo en el viejo continente y en el nuestro. Es interesante comparar los resultados entre ambos para tener una idea de hacia dónde soplan los vientos políticos en cada uno, cuando se acerca la conclusión del primer cuarto de este siglo.
Con un alto porcentaje de participación (74% 1a vuelta y 72% en la 2a) Francia confirmó a Macron con un 58,54% en la 2ª, derrotando a Le Pen con 41.46%. Interesante fueron las cifras bastante cercanas de la 1a vuelta: Macron (27.85%), Le Pen (23.15%) y Mélenchon (21.95%), en la que el candidato de izquierda se acercó bastante a la extrema derecha, pero también que ésta aumentó considerablemente su votación en el 2º round, en comparación con la obtenida en la elección anterior. Se preserva un gobierno de centro-democrático con amenaza derechista.
En Colombia, país también de dos vueltas, en la 1a con una participación menor que la francesa, (55%), el candidato de izquierda Gustavo Petro obtuvo el 40.34%, frente al 28.17% de Rodolfo Hernández y el 23.94% de Federico Gutiérrez. Aquí el diferencial entre el primer lugar y los otros dos contendientes fue bastante holgado, sin embargo, Petro no puede cantar victoria hasta no ver hacia dónde irán los sufragios de Gutiérrez y cuidado con la petrofobia. En Colombia, como en general en el hemisferio, los vientos podrían soplar hacia la izquierda.
En México en las elecciones para renovar 6 gubernaturas, donde una vez más el INE y los OPLES demostraron su impecable desempeño (a disgusto de AMLO que quiere suprimirlos), también la brisa de aire se fue a la izquierda con 4 de 6 gubernaturas (Oaxaca, Quintana Roo, Hidalgo y Tamaulipas) a favor de Morena y tan sólo 2 (Aguascalientes y Durango) a la coalición PAN-PRI-PRD, y un 45.99% de participación ciudadana.
En estas elecciones resaltan los porcentajes diferenciales entre el primero y segundo lugar: 18 puntos a favor de la coalición Va por Aguascalientes, 14.3 a favor de Va por Durango, 30.5 en Hidalgo a favor de Morena, 34.2 en Oaxaca por Morena, 40.5 en Quintana Roo por Morena y 7.9 en Tamaulipas por Morena. Con excepción de este último, en todos los demás estados los resultados fueron “palizas” de los ganadores, lo que nos aleja de los escenarios electorales cerrados de anteriores elecciones.
Morena ahora cuenta con 20 estados y dos más en coalición, el PAN con 4, el PRI 2, MC 2 y la Coalición Va por México con 2, lo que quiere decir que Morena gobierna al 58.6% de la población del país. Esto es una escalada relámpago si se compara con el mapa político anterior al 2018 cuando no gobernaba a entidad alguna, en 2021 ya tenía 17 entidades y ahora 22, ¡en tan sólo 4 años!
Al ascenso vertiginoso de Morena corresponde el estrepitoso descenso del PRI que antes del 2018 tenía 14 gobiernos locales y ahora tan sólo le quedan 2 (Estado de México y Coahuila) en juego el año entrante con encuestas favorables a Morena.
No hace falta mucha ciencia política para explicar el impresionante encumbramiento de Morena y la vertiginosa caída del PRI (a pesar de los malos resultados de la 4T en economía, salud, seguridad pública y desigualdad social). Tan sólo hay que buscarlo en la terca insistencia en un proyecto fracasado, como bien lo señaló Dante Delgado (El Universal, 7/junio/pg7) y el inepto liderazgo de Alito. Cuando se le prefirió sobre José Narro, el PRI firmó su sentencia de muerte. Ahí están los resultados. Concluirá el sexenio sin gubernatura única alguna, después de haber tenido por muchos años las 32. La pérdida del registro en Quintana Roo con una caída de 26.1% en 2016 a 2.9% en el 2022, es el presagio del fin.
Si en verdad la oposición aspira a competir en el 2024 frente a Morena, tiene escaso año y medio para construir un proyecto de nación superior al neoliberalismo priista y el populismo morenista, que encabece una figura atractiva, atrayente e impoluta.
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