“Ahora es el invierno de nuestro descontento”, gritan los ucranianos al mundo parafraseando a Shakespeare (Ricardo III), mientras la tragedia de Ucrania se desenvuelve entre la amnesia de Putin y un Occidente ciego frente el desplome de la diplomacia y el desastre del multilateralismo.

Tal parece que Vladimir Vladimirovich Putin, cercano a sus 70 años (7/octubre/1952), padece de una profunda falta de memoria histórica.

Al invadir a Ucrania se olvida de la ocupación de su propio país por las tropas de la Wehrmacht alemana que Hitler ordenó en 1941, conocido como “Operación Barbarroja”. Invasión que costó sólo en la batalla de Stalingrado (1942-43) 2 millones de vidas humanas.

¿Acaso se le olvida que su padre Vladimir Putin y su madre María estuvieron a punto de morir en manos alemanas cerca de Leningrado? Él se salvó sumergido en un pantano respirando por un junco, pero quedó cojo el resto de su vida herido durante el sitio alemán. Ella fue abandonada en una morgue junto a cadáveres congelados para su recolección. Si ambos padres lograron sobrevivir en condiciones miserables de clima y pobreza, no así sus hijos Oleg y Viktor, antes y durante el asedio nazi, al igual que Elizaveta Shelomova, madre de María y dos tíos, Mijail y Aleksél.

¿Olvida también la luna de miel con su esposa Liudmila Shreb-neva, azafata de Aeroflot, recorriendo toda Ucrania para disfrutar del Mar Negro en Crimea? La misma Ucrania devastada con el Holodomor, el genocidio causado por una hambruna orquestada por otro dictador, Joseph Stalin, (1932-34) que mató a 3,900,000 seres humanos con el fin de colectivizar la tierra.

De recordar todas esas atrocidades de la Gran Guerra Patriótica, debió resultarle inconcebible dirigir un asalto militar a Ucrania, después de haber tomado Crimea, similar al de Hitler cuando reclamó los Sudetes invadiendo Checoeslovaquia.

Mientras, Occidente apuesta al apaciguamiento y deja que Rusia engulla los territorios reclamados al sur de su frontera. Ya lo hizo con Crimea y sigue Ucrania.

Si Putin padece amnesia, el Occidente y la ONU, demuestran ceguera. Debieron plantear la cuestión de Ucrania, no como zona de conflicto para el jaloneo entre la OTAN y Rusia, sino como puente de entendimiento entre esos dos mundos, a cambio de garantizar la independencia, y soberanía del pueblo ucraniano, mediante un tratado de neutralidad que incluyera la desmilitarización extranjera.

Y cuando se abre una luz de esperanza en las pláticas en Bielorusia entre Kiev y Moscú, el mundo aísla a Putin: 1) diplomáticamente (ovación a Volodimir Zelensky, el valiente presidente ucraniano, en el parlamento europeo y desprecio a Serguéi Lavrov, ministro de asuntos exteriores de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos en Suiza); 2)económicamente (sanciones impuestas por EU a las que siguieron otros países aglutinados en la Unión Europea); 3) deportivamente (expulsión de Rusia del Mundial de Qatar por parte de la FIFA, el Spartak de Moscú de la Liga europea por parte de la UEFA y de las competencias del COI. Ovación de todo el Estadio de la Luz en Lisboa al futbolista ucraniano Roman Yaremchuck del Benfica); 4) culturalmente (expulsión al director de orquesta ruso Valery Gergiev, de la Scala de Milán, y para dirigir la Filarmónica de Munich y la de Viena).

¿Calculó Putin que su amnesia y el golpe a Ucrania acabarían por dejar a su Madre Rusia completamente sola?

Docente/investigador de la UNAM

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