En mi artículo “La democracia participativa, respuesta a la crisis de la democracia representativa”, (No. 43 julio-diciembre 2020 de la revista “Cuestiones Constitucionales” IIJ/UNAM), argumenté que el referéndum, el plebiscito, la consulta popular y la revocación de mandato surgen como respuesta a la crisis de la democracia representativa por al descontento ciudadano con sus representantes, que no traducen sus demandas en legislación curativa de sus males.
Dos autores explican las causas remotas de esa crisis. Según Benjamín Constant (s. XIX) mientras que en la sociedad guerrera de los antiguos el ciudadano participaba personalmente en las decisiones políticas del Estado, en la sociedad comercial moderna se dedica a satisfacer sus intereses económicos y deja la política en manos de los políticos (sus representantes), con el grave riesgo que esta desatención implica.
Conforme a Hans Kelsen (s. XX), el sistema representativo no es jurídicamente vinculante. El representante no está obligado con sus electores, pues una vez electo, actúa libremente y el elector no puede removerlo.
En ese contexto se instaló la consulta revocatoria. El artículo 5º de la Ley Federal de Revocación de Mandato señala: “El proceso de revocación de mandato es el instrumento de participación solicitado por la ciudadanía para determinar la conclusión anticipada en el desempeño del cargo de la persona titular de la Presidencia de la República, a partir de la pérdida de confianza”.
¿En verdad lo solicitó la ciudadanía, o el sujeto potencial de la revocación y su partido? ¿Se observó la prohibición de no usar recursos públicos para influir en las preferencias ciudadanas? Las respuestas configuran el tipo real de revocación implementado.
En la jornada del domingo no hubo incidentes graves. Se instaló 100% de las casillas previstas por el INE (57,448) con el presupuesto asignado por la Cámara de Diputados.
Sobre el reclamo morenista de más casillas, sin más recursos, se le negaron al INE con el propósito avieso de acusarlo de un boicot en la participación ciudadana. Con una matemática para tontos, se dijo que con más casillas, más gente hubiese votado por AMLO (Mario Delgado).
Sobre el reclamo de insuficiente promoción de la consulta, a Epigmenio Ibarra le parecen insignificantes 1 millón 95 mil spots pautados en 3,500 emisoras de radio y tv, uso de todos los tiempos del Estado asignados al INE, foros nacionales, locales y distritales de discusión; 140 activaciones en medios digitales, 33 mil publicaciones en redes sociales y 100 mil mensajes de chatbot del INE.
El INE funcionó y muy bien: capacitó a 287 mil 585 personas para atender a las casi 60 mil casillas. Gracias a su eficiente organización, 16 millones (17.6% de un padrón de casi 93 millones) acudieron a las urnas, más del doble que en la consulta pasada. La jornada fue presenciada por 98 visitantes extranjeros de 25 países y 10,122 observadores que confiaron en el INE.
El resultado dado a conocer la misma noche de la votación arrojó cifras positivas para el Presidente: el 91% votó a favor de continuar su mandato y sólo el 7.1% revocarlo.
Lo anterior significa que AMLO (Morena) cuenta con un voto duro de 15 millones de electores, cifra nada despreciable para 2024, y que en el sureste se ubica la mayor reserva morenista. Que la oposición saque sus propias conclusiones.
Pero en el reciente festín cívico no podía faltar la mosca en el arroz de Epigmenio Ibarra: “Gracias a ejercicios como la #RevocacióndeMandato, grandes líderes como #FidelCastro y #Hugo Chávez pudieron escuchar a sus pueblos y permanecer en el poder todo lo que les pidieron. El pueblo mexicano pedirá que @lopezobrador_ se quede por décadas en el poder. ¡Voten por el sí!”.
Respeto su admiración por los dictadores pretéritos, que rechazo para mi país, pero no respeto su anclaje en el pasado para proponer un nuevo maximato que cerraría las grandes avenidas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor, como dijo Salvador Allende.
Docente/investigador de la UNAM