En MÉXICO concluyeron los ejercicios políticos insólitos de las campañas/no campañas, y candidaturas/coordinaciones, de Morena y el Frente Amplio por México (FAM). ¿Qué saldo nos dejan?
Un intento de primarias libres desvirtuado por la intervención del presidente AMLO en el diseño y ejecución del esquema de sus corcholatas que asegurara adulación sin debates ni propuestas, con acarreos y espectaculares, y en el campo opositor atacando a Xóchitl Gálvez.
Por su parte el FAM, con un procedimiento de decantación de los aspirantes (firmas, foros, propuestas, encuesta y votación), funcionó bien hasta que Alito a última hora lo retuerce en una absurda entrevista banquetera para bajar a Beatriz Paredes. La senadora ha reiterado hasta el cansancio la trascendencia de una nueva forma de hacer política en México y así validar un proceso inédito cuestionado por AMLO.
En todo caso quedó claro que al igual que el héroe mítico Prometeo arrancó el fuego a los dioses para dárselo a los mortales, la sociedad civil ya extrajo del olimpo partidista la determinación de participar en la selección de su candidata(o) a la silla presidencial, y no sólo votar por el ungido(a) en la elección constitucional. En futuras gestas, las primarias será un elemento insoslayable para evitar el monopolio de las cúpulas partidistas sobre esa decisión fundamental.
En CHILE se aproxima el aciago 11 de septiembre de 1973, cuando hace 50 años Pinochet asestó un golpe al propósito de establecer el socialismo por la vía democrática con Salvador Allende. Derrocó a sangre y fuego al presidente constitucional del país andino e hirió no sólo a los chilenos, sino a cientos de miles de mujeres y hombres en todo el mundo convencidos de ese proyecto político, de manera destacada a los mexicanos.
Tuve la oportunidad de saludar al presidente Allende cuando me invitó a Chile con una carta de su puño y letra que conservo enmarcada y que dice así: “Compañero y joven amigo Emilio Rabasa. Agradezco muy cordialmente su preocupación por Chile y su expresión de solidaridad [por el pésame que le había enviado tras el terrible sismo de 1971]. Lo invito venga a convivir con nuestro pueblo, y a conocer de cerca la revolución chilena tan nuestra en sus métodos y contenido. Grato será para mi conversar con un joven como Ud., preocupado por los problemas sociales de América Latina, el futuro de nuestra tarea revolucionaria. Le deseo éxito en sus estudios. Cordialmente S/Allende/G, fechada el 1 de julio de 1971, día de la nacionalización del cobre.
A raíz del golpe, mi padre, el canciller Emilio O. Rabasa tomó un avión vacío de Aeroméxico con el fin de obtener el salvoconducto que permitiera traer a México a decenas de chilenos que habían solicitado asilo político en nuestra embajada en Chile, cuyas vidas estaban en peligro, y visitar en prisión a su amigo el secretario de Relaciones Exteriores de la Unidad Popular, Clodomiro Almeida.
Somos nosotros los agradecidos por todo lo que ese asilo contribuyó para enriquecer a México como en su momento lo hizo el asilo español.
Celebro que el presidente Gabriel Boric con este cincuentenario recuerde al mundo las últimas palabras de Allende antes de morir, hoy hechas realidad en Chile: “Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos, ¡habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición!”.
En efecto, su sacrificio no fue en vano. Con el plebiscito del 5 de octubre de 1988, millones de chilenos dijeron NO a la continuación de la dictadura y SÍ al retorno y recuperación de su democracia, ratificando con ello, las palabras de Salvador Allende.