Una pregunta recorre a EU y al mundo: ¿el atentado contra Donald Trump en el mitin en Butler, Pensilvania, el sábado pasado, definirá la elección a su favor en noviembre de este año?
Para responderla cabe recordar la lamentable práctica de violencia política en el vecino del norte desde el siglo XIX. Comenzando con Andrew Jackson en 1835 que sobrevivió, Abraham Lincoln en 1865 falleció; James A. Garfield en 1881, falleció, William MacKinley en 1901 falleció; Theodore Roosevelt en 1912 sobrevivió; Franklin D. Roosevelt en 1933 sobrevivió, Harry Truman en 1950 sobrevivió; John Kennedy en 1963 falleció, Gerald Ford en 1975 sobrevivió y Ronald Reagan en 1981 sobrevivió; once mandatarios incluido Trump han padecido atentados, cuatro fallecieron por ellos y siete sobrevivieron.
En la mayoría de los casos los móviles del agresor han sido políticos, sin aclararse del todo, y menos el del joven blanco de 20 años, Thomas Matthew Crooks, que disparó contra Trump desde un tejado sin vigilancia a 150 mts con un rifle de alto poder (¿y el servicio secreto?). Al igual que Mark Chapman el asesino de John Lennon, se trata de un sujeto solitario y humillado (bullied) en búsqueda de notoriedad, que por medio de una acción “épica” lo catapulte a la “fama”, aún como asesino.
La agresión a Trump ya es objeto de propaganda política: la imagen icónica del expresidente con la cara ensangrentada, alzando el puño del brazo derecho con el grito de “luchen” (fight), rodeado de agentes del servicio secreto, está ya a la venta en camisetas. En la convención en Milwakee, la gobernadora de Arkansas, Sara Huckabe y Marco Rubio, senador por Florida, interpretaron en sus discursos que Trump salió ileso gracias a Dios. El mensaje a los electores es que Dios lo quiere como el próximo guía de los EU. Renace la doctrina del sagrado derecho divino de los reyes para gobernar, originada en el siglo XVI con Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, quien escribiera en 1598: “los reyes son la imagen viva de Dios en la tierra”.
Sin duda la convención republicana galvanizará la imagen de Trump por el atentado, presentándolo como un valiente héroe que se impuso a la adversidad. Una simple mirada al show de Milwakee, hace ver como se “olvidan” las acusaciones por actos ilícitos de carácter financiero (fraude fiscal) sexual (Stormy Daniels) y político (el ataque al Capitolio en el 2021) que aún pesan sobre Trump.
Como en la Metamorfosis de Kafka, la imagen negativa del Trump tramposo, mentiroso, infractor de la ley, agresor de la democracia, la Constitución, y los derechos humanos de los hijos de migrantes, se transforma por el atentado, en la figura positiva del héroe redentor de su pueblo por designio divino que, sobrepuesto a la adversidad de una amenaza de muerte en manos de un enfermo mental, una vez más hará grande a “América” de la mano de un vicepresidente joven (39 años –para subrayar la diferencia con el viejo Biden) el senador de Ohio, J.D.Vance., sobre todo contra la migración de nuestra frontera.
Ante esa vanagloria trumpista, del lado demócrata se hace patente el declive de la imagen del presidente Biden, en los lapsus recientes por los que confundió a Zelensky nada menos que con Putin frente a los miembros de la OTAN, y en otro evento a la vicepresidenta Kamala Harris con el mismo Trump.
En reciente encuesta de Newsweek después del atentado, apenas se agrega un punto en favor de Trump, pero CNN presentó un mapa que muestra a Biden en caída en 14 estados de la Unión Americana antes a favor del actual presidente. En cinco de los definitorios seis “estados columpio” gana Trump.
Si el atentado contra Donald no le garantizará por sí mismo la victoria en noviembre, la comparación con un Biden que proyecta la imagen de un hombre senil, será el verdadero escudo que salva la vida política del magnate y lo hace de nuevo presidente, pero además con atributos sobrenaturales, casi divinos. Incluso ya amenazó al mundo con que si no gana, su país será ”¡un baño de sangre!”.
Docente/investigador por la UNAM