La caída de Boris Johnson (BJ) como Primer Ministro de Gran Bretaña, después de repetidos escándalos y mentiras, se asemeja a la de Trump al perder las elecciones frente a Biden, en que finalmente los populismos concluyen en un derrumbe estrepitoso que deja tras de sí una cauda de daños a sus pueblos. Lejos del rango de los estadistas que ambos países han generado en su historia, terminan como lo que en realidad fueron: payasos(clowns) de circo.
La vida de BJ como su personalidad, estuvo marcada por las controversias: nacido estadounidense (Manhattan-NY) y bajo la fe católica, logró convertirse en el Premier de la Gran Bretaña, en un país celoso de su patriotismo inglés y su religión anglicana.
Dos veces despedido, una por inventar historias falsas en el diario The Times, y la otra por Michael Howard vicepresidente conservador, por deshonestidad, cuando era ministro de artes en el “gabinete de sombra”, hábilmente desarrolló una carrera que lo llevó de miembro de la Cámara de los Comunes, alcalde de Londres, Ministro de Relaciones Exteriores con Theresa May, Líder del Partido Conservador y Primer Ministro en 2019. Arribó después de una elección general en diciembre de 2019, en la que obtuvo el 43.6% de los votos (casi 14 millones), frente al 32.1% (10.2 millones) del Laborista Jeremy Corbyn, una de las mayores victorias del Partido Conservador desde 1979.
A pesar de ese apoyo popular, malas decisiones y escándalos, serán la memoria de su desgobierno. La ingeniería del “Brexit duro” generó gran desabasto de productos alimenticios en muchos supermercados británicos y un déficit laboral en el área de transporte de carga, entre otros efectos.
El manejo de la pandemia del coronavirus (al igual que Trump), fue otro gran fracaso. El Reino Unido es uno de los países con mayor mortalidad por Covid-19. En medio de esa catástrofe, el egresado de Eaton y Oxford, brilló por romper las reglas de confinamiento que él mismo había impulsado, con el Partygate en Downing Street. En mayo y junio de 2020 relajó las normas de distanciamiento social con fiestas que incluyeron la de su cumpleaños. El descontento de la población por el engaño de una conducta privada opuesta al comportamiento publico exigido, a lo que se agregó el escándalo sexual de Chris Pincher nombrado por BJ jefe adjunto conservador, de quién mintió al decir que desconocía las acusaciones sobre la conducta del diputado, creció al grado de que el 56% pidiera su dimisión a principios de 2022.
La invasión de Rusia a Ucrania le significó un breve respiro, al apoyar a Zelensky en el país que mayoritariamente rechaza a Putin. Lejos de perdonarlo, los británicos no olvidaron las francachelas con alcohol o la escandalosa remodelación del apartamento donde vivía en el momento en que el país atraviesa una etapa recesiva con inflación.
El pasado 20 de julio BJ se despidió del Parlamento Británico con un discurso pletórico de arrogancia que concluyó en la Cámara de los Comunes con una frase de pantomima: “Hasta la vista, baby”. Ojalá que cualquiera de los ahora finalistas que llegue al cargo: Liz Truss o Rishi Sunak restituyan la respetabilidad y prestigio a una institución que ha conocido grandes estadistas como Disraeli, Gladstone o Churchill, y no personajes de circo.
El final vergonzoso del BJ contrastó con el fallecimiento durante esos días de David Trimble, ex primer ministro de Irlanda del Norte y Premio Nobel de la Paz por su labor de reconciliación entre protestantes y católicos en aquel país, que puso fin a 30 años de violencia y muerte, con el Acuerdo del Viernes Santo, firmado en 1998, brillante ejemplo de resolución de conflictos. Hasta la vista, Boris.
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