“Pero si bien la democracia puede retrasarse periódicamente, nunca puede ser derrotada en forma permanente”, recitó Amanda Gorman en la inauguración en el Capitolio el pasado día 20, una chica afroamericana de 22 años. Con maestría y belleza encapsuló en ese verso de su poema “The hill we climb”, lo que ha sucedido en Estados Unidos los últimos años. Trump retrasó la democracia norteamericana, pero no pudo derrotarla. La ceremonia inaugural de Biden/Harris marcó la alborada de la restauración democrática en nuestro vecino del norte.

El populismo de Trump concluyó con la peor catástrofe de la historia reciente de EU: más muertos por la pandemia que lleva 11 meses de duración, que los que perecieron en la II Guerra Mundial en 4 años: 401,772 fallecimientos (19 de enero), 24.2 millones de contagios y 123,820 hospitalizados en el país más poderoso, rico y de mayor avance científico de la tierra. Se despidió en la base aérea Andrews como comenzó, con la mentira, al decir que dejaba una economía “fuerte” con una pérdida de 3 millones de empleos y una tasa de desempleo (10 millones) del doble de hace un año; 30 millones de hambrientos y 8 millones más pobres.

Lo peor de su legado populista fueron el conflicto racial y el empeño de revertir el resultado electoral para perpetuarse en el poder. Ejemplos del primero fueron la noche de las antorchas y la suástica nazi, en Charlottesville, Virginia (agosto 2017), en apoyo al movimiento supremacista blanco, y el brutal asesinato de George Floyd en mayo de 2020 en Minneapolis bajo la rodilla de un policía blanco. Del segundo ahora sabemos (NYT enero 22) que Trump quiso usar a la Procuraduría General para alterar el resultado e instruyó al procurador Jeffrey Rossen perseguir el supuesto fraude apoyándose en un oscuro subalterno, Jeffrey Clark. Cuando esto no prosperó, entonces decide dar el golpe al Capitolio el 6 de enero impulsando a una turba enardecida para impedir la certificación de Biden por el Congreso.

Ese fue el catastrófico legado populista de quien prometió la grandeza de EU. “¿Cómo podemos prevalecer sobre la catástrofe?”, se preguntó Amanda y respondió con otra asertiva pregunta: “¿cómo puede la catástrofe prevalecer sobre nosotros?”.

Por ello Biden ahora busca sanar y restaurar a la golpeada y dañada democracia americana sobre tres pilares fundamentales: unión, democracia y verdad.

Para la unión se inspira en Lincoln. En el mismo sitio 158 años antes, el 4 de marzo de 1861 sostuvo que “la Unión existirá siempre” porque era “inquebrantable”. “No somos enemigos sino amigos. No debemos ser enemigos”, dijo Lincoln. “Debemos ver al otro no como adversario, debemos verlo como vecino”, dijo Biden. Y agregó: “Mi alma está puesta en unir a los estadounidenses, unir a nuestra gente, unir a nuestra nación”.

En la democracia siguió a Kennedy en su inauguración en 1961 cuando dijo: “hoy somos testigos no de la victoria de un partido sino de la celebración de la libertad”, y Biden señaló: “Hoy celebramos la victoria no de un candidato sino de una causa, la causa de la democracia… hemos aprendido que la democracia es preciosa, la democracia es frágil. Y en esta hora mis amigos la democracia ha prevalecido”.

En cuanto a la verdad la flecha dirigida a Trump dio en el blanco: “Hay verdad y hay mentiras. Mentiras contadas por motivos de poder y provecho”, y agregó “debemos rechazar la cultura en la que los hechos son manipulados e incluso fabricados”. Finalizó: “Nos enfrentamos a un ataque a la democracia y a la verdad”

“Ser americano es más que el orgullo que heredamos, es el pasado que pisamos y cómo lo reparamos”, concluyó Amanda Gorman. Biden propuso a sus compatriotas repararlo escribiendo una historia “de unidad no de división, de luz no de oscuridad. Una historia estadounidense de decencia y de dignidad, de amor y sanación de grandeza y bondad”. ¡Bienvenido, Presidente Joe Biden!

Docente/investigador por la UNAM

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