En medio del creciente populismo, la erosión y el retroceso democrático (Daniel Zovatto-IDEA), emerge una fulgurante estrella en el firmamento latinoamericano. Con brillo propio e intenso, un joven de 35 años nacido en Magallanes, extremo sur de Chile, colindando con la Antártica, soltero, con pareja y sin hijos, Gabriel Boric Font, ex-líder estudiantil, ganó en segunda vuelta la elección presidencial para ocupar la Moneda en marzo próximo.
No fue cualquier triunfo. Verlo como una ganancia más de la izquierda chilena es simplificar la dimensión de una victoria que trasciende a las cifras electorales. Es una contundente reafirmación de la socialdemocracia en un país con fuertes antecedentes de extrema derecha tanto en el terreno político, como en el social.
Ejemplo del primero es la dictadura de Pinochet tras el golpe a Salvador Allende en 1971, que duró 17 años. Del segundo, el insólito caso de la Colonia Dignidad, asentamiento ubicado en el Parral, al sur de Chile fundada por el ex-militar nazi y predicador luterano alemán Paul Schäfer en 1961. Subsistió 40 años con el apoyo del gobierno dictatorial chileno y la complacencia de la embajada alemana en Santiago.
En ese enclave, el pedófilo Schäfer, satisfacía sus depravaciones de abuso sexual infantil, escondido tras una fachada de folklore bávaro y productividad germana, además de prácticas de violación, secuestro y tortura. Capturado en Argentina en el 2005, fue condenado a 20 años de prisión y murió a los 5 años de su encarcelamiento en la ex-Penitenciaría de Santiago.
Es en la extrema derecha donde se ubica José Antonio Kast (JAK) contendiente de Boric y ganador en la primera vuelta. Padre de nueve hijos, es hijo de Michael Kast un miembro del partido nazi que llegó como refugiado a Chile en 1950. JAK es admirador de Trump y Bolsonaro, tiene vínculos con Vox y defiende al “gobierno militar” de Pinochet cuya continuidad apoyó en el plebiscito de 1988, y en el que fue ministro su hermano. Por todo ello no sorprende su abierta oposición al matrimonio igualitario, al aborto, a la migración y su exacerbado antifeminismo.
Sin ser de extrema izquierda, la agenda de Boric descansa en tres ejes básicos: 1) el político con la defensa de la democracia representativa; cuidar el proceso constituyente y un Congreso equilibrado; 2) el económico: crecimiento con distribución del ingreso para asegurar el estado chileno de bienestar social; y 3) el social: defensa a ultranza de los derechos humanos, de todos los derechos de la mujer incluido el de decidir sobre su propio cuerpo, de los pueblos originarios, y los trabajadores.
Buscará expandir los derechos sociales con responsabilidad fiscal, cuidando la macroeconomía y el medio ambiente con energías limpias.
Una agenda de unidad, incluyente, sin diferencias de partido, clase social o ideología, es decir, antipopulista y no polarizante, que invita a la cooperación empresarial “sumando ideas, abriendo puertas, tendiendo puentes” reafirma Boric. Esto es una bocanada de aire fresco, con una renovada plataforma socialdemócrata tan indispensable y necesaria en nuestro continente.