Los cuatro continentes están repletos de gestas electorales durante 2024, ejecutivas, legislativas o de ambos, en más de 55 países, por cierto ninguna del poder judicial como aspira AMLO que existan en México.
No será un año de elecciones libres, equitativas y confiables en todo el orbe. En algunos países, Rusia por ejemplo (17 de marzo), se trata de una simulación para perpetuar a Putin en el poder. Se sigue recurriendo al expediente electoral con el único e inconfesable propósito de buscar legitimidad a un poder que carece de ella, por tratarse de una forma de gobierno en la que sólo el autócrata cree que el mundo digiere su farsa democrática, como también Venezuela.
Por su importancia para sus propios ciudadanos, pero además por el gran impacto en la comunidad internacional destaca, desde luego, la elección en Estados Unidos, de presidente y ambas Cámaras el 5 de noviembre.
En esa elección la disyuntiva es clara: el retorno ahora a un populismo exacerbado con Trump, o la continuidad democrática con el octogenario Biden. El magnate entra a la competencia electoral envuelto en distintos cargos criminales: financieros por el manejo ilegal de sus empresas; la sustracción de documentos de muy alta seguridad nacional llevados a su casa en Mar-a-Lago; las felonías para trastocar la elección presidencial del 2020, que todos los tribunales activados ratificaron como legítima, la más agresiva y aguda de todas fue la excitación a la violencia contra el Capitolio el 6 de enero del 2021, para atacar al Colegio Electoral y el recuento de votos que le daría la victoria a Biden. Esta última fue interpretada por el Tribunal Supremo de Colorado (seguido por el de Maine) como un caso de insurrección que evita la posibilidad de figurar en la boleta electoral según lo dispuesto por la Sección 3 de la Enmienda 14 constitucional y por lo tanto invalida el argumento de la libertad de expresión que protege la primera enmienda al que tanto recurren los abogados de Trump.
Por lo que hace a México siguen sin despejarse los nubarrones que enturbian el panorama electoral, significativamente dos: 1) la profunda inestabilidad interna, que enfrentan los dos principales pilares responsables del éxito o fracaso del proceso electoral: el INE y el TEPJF. No sólo ambos están incompletos, el primero de importantes órganos operativos y el segundo de su órgano supremo con 5 de 7 magistrados, sino que ambos inmersos en disputas y divisiones internas, buscando hacerlas lo más públicas posible, como quedó evidenciado el día del informe del presidente Reyes en la Corte. La ropa sucia ahora ha dejado de lavarse en casa.
2) La persistente injerencia del titular del Ejecutivo en contra de la oposición y a favor de la candidatura morena, que no sólo viene configurando una elección de Estado que él tanto criticara cuando era candidato, sino que puede derivar en una innecesaria crisis política-social si los votos de los más de 65 millones de ciudadanas y ciudadanos que acudirán a las urnas el 2 de junio, no son emitidos libremente y contados con toda pulcritud, declarando ganadora a quien haya obtenido la mayoría, así sea en votación cerrada y por 1 voto. Esta es la mayor oportunidad histórica que tiene AMLO de demostrar al país y al mundo ser el demócrata como Madero que tanto ha pregonado ser.
En este año político no puede ignorarse el bicentenario tanto del primer Pacto Federal, como de la federalización del estado libre y soberano de Chiapas el 14 de septiembre de 1824, con base en un plebiscito en el que más de 90 mil ciudadanos votaron a favor y 60 mil en contra, de dejar la Capitanía de Guatemala y formar parte de la naciente Federación Mexicana promulgada en octubre del mismo año. Una decisión histórica por la que Chiapas ha ofrecido su enorme riqueza geográfica, económica, social y cultural al resto de México.
Feliz año 2024 a todas y todos los compañeros de EL UNIVERSAL que dirige Juan Francisco Ealy Ortiz, y a los amables lectoras y lectores del mejor diario de México.