Incluso con toda su complejidad actual, el futbol es aún capaz de conmover. Sobre todo desde la portería. Los porteros son seres extraños, expertos en manos en un juego de pies. Su posición permite un lujo que ningún otro jugador tiene: tiempo para pensar. Quizás por ello los porteros suelen ser distintos.
Durante la década de los noventa los porteros hicieron que el futbol valiera la pena. El portero colombiano René Higuita desafió todos los manuales de buenas prácticas cuando decidió detener un tiro con un lance de escorpión. Jorge Campos deslumbró al mundo con sus uniformes y su ligereza para salir del área a jugar el balón. En Paraguay, José Chilavert se volvió el cobrador de tiros libres, y Rúben “La bomba” Ruiz Díaz, portando el número I romano, atajaba penales brincando y aleteando sobre su línea de gol.
Hoy los tiempos exigen a los porteros una creatividad más austera pero las historias de su profesión siguen conmoviéndonos: Al final de la temporada pasada el portero polaco del West Ham, Lucasz Fabianski, fue nombrado el mejor jugador del equipo. La consolidación de Fabianski significó la relegación del antiguo portero titular a la banca. Adrián San Miguel llevaba cuatro años en el club y aunque nunca llegó a los niveles de Fabianski, era un héroe de culto entre los aficionados de los Hammers.
Aunque no tan talentoso como Fabianski, Adrián compensaba con su enorme carisma, un portero entusiasta y por momentos atrevido. Sin embargo, al acabar la temporada pasada, Adrián tomó la decisión de no seguir en el West Ham. En un mensaje dirigido a los aficionados señaló que pese a su amor por el equipo, era momento de buscar otro donde pudiera ser titular y consolidar así el último tramo de su carrera. Las cosas no serían tan fáciles. Pasaron los meses del mercado de verano y ningún equipo se interesó en el portero español.
Sucedió tan solo unas horas antes de que cerrara el mercado. El Liverpool, que venía de ganar la Copa de Campeones, se había quedado sin portero suplente. En un acto desesperado y con toda la confianza de que jamás tendrían que utilizarlo, contrataron a Adrián como una mera formalidad. Aceptó sabiendo que no cumpliría su sueño de ser titular pero que al menos no se quedaría sin equipo. En el Liverpool, Adrián sería suplente de Alisson, el portero más caro del mundo.
Lo que sucedió después demuestra que nunca hay que perder la esperanza. En el primer partido de la temporada, Alisson se lesionó obligando a Adrián a convertirse en el portero titular. Unas semanas después Adrián saltó a la cancha del estadio Besiktas para jugar la Supercopa contra el Chelsea. El torneo por decidir quién era el campeón absoluto de Europa se fue a penales. Adrián atajó el quinto penal del Chelsea y le dio el título al Liverpool. En unas semanas Adrián había pasado del desempleo a la gloria más absoluta; no solo era campeón de Europa sino héroe insospechado del Liverpool.
La historia de porteros no acaba aquí. El West Ham suplió a Adrián con la desidia de quien sabe que no requerirá un segundo portero. Roberto Jiménez, un portero español, llegó como suplente de Fabianski y como un gesto de generosidad contrataron a David Martin de 33 años para ayudar en los entrenamientos. A los 33 años, Martin nunca había jugado en la primera división inglesa, pero su papá había sido una leyenda del West Ham. Su contratación se debió más a un gesto hacia su papá que a los atributos del portero. David Martin soñaba con jugar para el equipo de su papá, pero el talento no le había alcanzado. Con el retiro a la vuelta de la esquina, el West Ham le dio un premio de consuelo; ser portero de entrenamiento.
La vida da muchas vueltas. Al segundo mes de la liga, Fabianski se lesionó y fue sustituido por Roberto Jiménez pero el portero español fracasó estrepitosamente. A pesar de que la incompetencia de Jiménez era evidente, el técnico lo mantuvo por falta de opciones. Pero sí había otra opción: tras 5 partidos jugados y perdidos, 18 goles recibidos, varios errores y un autogol, la presión obligó al técnico del West Ham a optar por una locura: mandó a llamar al portero de entrenamiento. Era tal el escepticismo que un directivo del West Ham llamó a varios técnicos de divisiones inferiores a preguntarles si creían que Martin podría jugar en un partido de Premier League.
El 30 de noviembre, David Martin debutó en la Premier League contra uno de los mejores equipos de la liga: el Chelsea. Martin mantuvo su portería invicta y el West Ham logró ganar el clásico de Londres. Al acabar, el portero se colapsó en el suelo y soltó en llanto. Sus compañeros se acercaron a él y lo abrazaron. “No había comido ni hablado en todo el día de lo nervioso que estaba”, declaró después. En las gradas su papá lo observaba orgulloso, cuando lo vió ahí, Martin brincó la publicidad y subió para fundirse en un abrazo con él. El llanto continuaba. Cuando todo parece perdido, los sueños son aún posibles; a veces la vida te lleva al límite del fracaso para sorprenderte con un gran éxito. Si no, pregúntenle a un portero. ¡Feliz año!
Analista político