Hace unos días -y con una foto pomposa- varios gobernadores anunciaron la creación de la “Alianza Federalista”. Su idea es construir un contrapeso, una oposición política que garantice plausibilidad a su futuro partidista. Sin embargo, la foto revela mucho de su insensibilidad ante la coyuntura actual. En medio del 2020, los gobernadores posan como un club de toby listo para tomar 1980 por asalto: un grupo de hombres orgullosos de su poder con una narrativa plana, superflua y poco emocionante.
Esa ha sido la constante de la oposición partidista desde que AMLO tomó posesión. Una falta de ubicación en el tiempo y el espacio que vacuna a su narrativa contra cualquier tipo de relevancia. Su discurso no genera empatía porque sus voceros carecen de instrumentos para entender la realidad que los aqueja. La existencia de grupos como la “Alianza Federalista” solo permea en los círculos sociales de elite donde la figura de AMLO causa un desprecio natural. A esos mismos grupos sociales pertenecen los miembros de la oposición partidista que ahora hace alianzas, pactos y tribus a mansalva; más para salvarse ellos que darnos opciones políticas a nosotros. Se trata de una burbuja social endogámica. Desde ahí entienden el país y hasta ahí lo entienden.
El problema no es exclusivo de la Alianza Federalista, sino de todo un sector político que carece de la sensibilidad y empatía para entender por qué millones de mexicanos votaron por AMLO. El ejemplo paradigmático es el de Anaya y su campaña de hace 2 años. Mientras que AMLO arrancó su campaña en Juárez con un mensaje de soberanía ante Trump, Anaya armaba un hackaton en Santa Fé.
Mientras que AMLO recorría el país y hablaba de justicia social, Anaya nos mostraba cómo se compra en una tienda de Amazon. Mientras que AMLO bateaba home-runs contra la corrupción, Anaya hacía yoga y tocaba el teclado. ¿Qué le significa a la mayoría de los mexicanos Amazon, la yoga y un hackatón? ¿Con qué México quería conectar Anaya? Con el mismo con el que conectan FRENA y la Alianza Federalista. Un México minoritario, que tiene todo el derecho a expresarse, pero que no tiene ninguna capacidad política de hacer frente a AMLO porque los confines de su mundo son demasiado estrechos como para entender las razones del éxito del ahora presidente.
El tema es casi arquitectónico. AMLO ha construido pilares para sostener su hábitat político: ha dotado a su proyecto de una narrativa histórica y social. Esta narrativa es ficticia y hasta disparatada, pero resuena dado el contexto político que dejaron el calderonismo y el peñanietismo. Es decir, AMLO ha anclado su proyecto a una visión y una causa que lo exceden, pero ha logrado sintetizar simbólicamente ese excedente en su persona. El hecho de que su trayectoria política sea tan conocida legitima esta noción para determinados grupos sociales. En contraste, la oposición partidista ejerce su crítica en el éter simbólico-histórico; construyen una narrativa sin ningún arraigo en la historia social y política del país, desubicada del presente y sin ninguna dirección de proyecto de nación hacia el futuro. Critican y vociferan con un aislamiento absoluto del contexto y el consenso.
AMLO ha establecido muy bien los parámetros de la causa por la que lucha; la ha establecido en un nivel histórico (4T), ideológico (anticonservador) y social (los pobres). Estas nociones pueden ser falsas, pero comunicacionalmente funcionan. ¿A qué proyecto de México se suscribe uno al simpatizar con la oposición partidista y sus gobernadores? ¿el de antes?
Habiendo tanto que criticar eligen la superfluidad, el oportunismo y a veces, la falsedad. El ejemplo coyuntural es el de la vacuna: su crítica de la llegada de la vacuna al país no solo está llena de falsedad, sino que es contraintuitiva a sus propios intereses. Para millones de mexicanos la llegada de la vacuna significa una luz de esperanza después de un año terrible, pero la oposición parece programada para criticarlo todo sin siquiera procesarlo o construirlo como un cauce narrativo ponderado. Hablan de la cantidad de vacunas, el proceso de distribución y centran su crítica -con ignorancia o dolo- en el hecho de que privados no podrán comprarla directamente. Más allá de la falsedad de los ataques ¿Cuántos mexicanos quieren comprar la vacuna de forma privada? ¿Cuántos tienen acceso a hospitales privados de élite? ¿A quién le están tratando de llegar con ese mensaje? La respuesta es: a los mismos de siempre. Se trata de un ejercicio masturbatorio, de una reacción programada, visceral y al mismo tiempo artificial que le habla al espejo.
Quizás todo ello sería intrascendente si no fuera porque a México le urge un contrapeso serio. Una oposición plausible que acote el poder de AMLO y su gobierno y que genere un debate público intenso, pero sobre todo inteligente sobre el futuro del país. El problema para ellos es que se han quedado atrás y sus formas se han vuelto obsoletas; el problema para nosotros es que no tenemos un contrapeso viable.
Escritor y analista