Los fines de sexenio suelen ser fatídicos. Los presidentes llegan desgastados a la segunda mitad de su mandato y los últimos tres años acaban siendo movidos por la pura inercia. En ese sentido, el sexenio de AMLO es distinto. Hace unas semanas se inauguró la planta fotovoltaica de Puerto Peñasco, la planta solar más grande de América Latina. Por otro lado, si sus propios plazos se cumplen, el final de este año será intenso. En el último trimestre de 2023 se inaugurará el Tren Maya, el corredor interoceánico en el Istmo de Tehuantepec, el Tren Interurbano entre México y Toluca, y la Extensión del Tren Suburbano al AIFA. Hace un mes, el presidente López Obrador declaró que intentará también dejar las bases para el tren CDMX-Querétaro antes de que acabe su sexenio. Algunos de estos proyectos podrán ser controversiales y su inauguración este año seguramente está compaginada con fines electorales, pero lo cierto es que el cierre de sexenio será frenético.
La generación de estas obras de infraestructura presupone una oportunidad para repensar el país. Las obras tendrán sus controversias, pero traen implícito un cuestionamiento del modelo anterior. Desde Salinas, había imperado un modelo del desarrollo de infraestructura a través de las vías vehiculares: carreteras, libramientos, puentes. Ahora parece privilegiarse otro modelo, el del tren, los puertos y la energía (tanto de hidrocarburos como verde). Se podrá generar un debate, pero el cuestionamiento del modelo anterior es sano para México.
Entre estos proyectos destaca el Corredor Interoceánico, por el contraste entre su potencial y la poca atención mediática que ha recibido. El proyecto plantea modernizar los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz para permitirles recibir buques portacontenedores y poder trasladar estos contenedores entre el Pacífico y el Atlántico a través de un nuevo tren en el Istmo. En paralelo a la construcción del tren y los puertos, se plantea generar zonas industriales que permitan el desarrollo económico de esta región.
El proyecto tiene un potencial enorme, pero al igual que con los otros megaproyectos de AMLO depende de que los proyectos sean bien desarrollados; cosa que no siempre es el caso. Hace seis meses el entonces Director General del Corredor Interoceánico del Istmo señaló que el tren solo sería de una vía y que tendría la capacidad de pasar un solo barco al día (el canal de Panamá tiene 40 diarios). Por otro lado, las zonas industriales siguen sin concretarse y el puerto de Salina Cruz aún no cuenta con las capacidades necesarias para ser un puerto de aguas profundas y en Coatzacoalcos aún no está lista la estación de recarga de combustible. El interoceánico hace sentido, pero necesita atender estas deficiencias y tener un plan de futuro desarrollo.
Estas obras de infraestructura llegan en un momento clave para México. La fiebre del nearshoring constituye una ventana de oportunidad histórica para el país. Si AMLO aprovecha está coyuntura podría sentar el camino de una verdadera transformación económica del país. Sin embargo, como lo dijo el New York Times en una editorial, “el más grande impedimento para que México logre su potencial como una alternativa a China, es México mismo”.
Para que el país pueda beneficiarse del nearshoring requiere invertir fuerte, rápido y adecuadamente en infraestructura. Las tres áreas más urgentes son 1) la infraestructura portuaria; el puerto más grande de México es Manzanillo y tiene una capacidad de acomodar 3 millones de TEUs al año, mientras que el puerto promedio chino, acomoda 30 millones. 2) Garantizar energía eléctrica; hay dudas sobre si México puede proveer la energía eléctrica necesaria para que ciertas plantas industriales funcionen y 3) La construcción de parques industriales; la saturación actual es del 97% y el mismo canciller ha reconocido la necesidad de construir al menos 25 nuevos parques industriales.
AMLO tiene una oportunidad histórica en sus manos. La transformación que tanto ha prometido puede gestarse en sus últimos meses de gobierno. Para ello, necesita saber adaptarse y responder con velocidad y planeación. No se puede improvisar, ni actuar bajo capricho. Algunas de las obras que se terminarán en este año, serán importantes para aprovechar la coyuntura, pero deben complementarse con otras. Se trata de una oportunidad real para transformar el país y hacerlo de forma ordenada, con una planeación social, geográfica y ambiental, además de la económica. Si AMLO quiere hacer historia, las cartas están en sus manos, pero tendrá que trascender sus obras insignias, y tendrá que dejar de pensar electoralmente y empezar a actuar como un estadista. Al final de cuentas, si lo hace bien, será muy difícil que alguien le dispute a Morena el 2024.
Analista político
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