Marcelo Ebrard sabe que es ahora o nunca. En 2012, el actual canciller cedió su posible candidatura a AMLO en pos de una futura candidatura que nunca le llegó. Es posible que nunca le llegue. Ebrard, como el resto del país, sabe que no será una encuesta, sino AMLO, el que realmente decida la candidatura, y es claro que la favorita es Claudia. Ante este panorama, Ebrard tendrá que enfrentar una encrucijada ¿apostará todo su arsenal en convencer a AMLO de que es la opción más viable? O ¿Buscará ampliar el espectro de sus posibilidades? Es posible que la respuesta esté en el espacio entre ambas: Ebrard buscará mostrarle a AMLO que es la mejor opción para el morenismo, pero no descartará ninguna otra opción. Estar en la boleta en 2024 es una cuestión de vida o muerte para su carrera política.
Marcelo Ebrard es el político más completo que tiene el gobierno. Raymundo Riva Palacio lo ha descrito como el más sofisticado de los miembros del gabinete de AMLO, y sin duda el más eficiente. Su presencia en el gabinete se ha vuelto crucial para la resolución de temas urgentes o complejos que acechan al país. Dentro de ese esquema, Ebrard le es muy útil al presidente, pero a la hora de elegir su sucesión, AMLO no busca eficiencia sino lealtad. El problema para AMLO es que si Ebrard ganara la presidencia, no hay garantías de que su proyecto de país estaría alineado con los deseos del actual presidente. Ebrard ha generado su propia carrera política al margen de AMLO y si bien es de izquierda, su pensamiento político es mucho más progresista y pragmático que el del presidente, todo eso juega en su contra. Ebrard existe sin AMLO y eso no le gusta al Presidente.
Si bien el desaire del Presidente puede ser su principal impedimento hacia la candidatura, existen otros dos obstáculos en el camino de Ebrard a la candidatura de Morena. La primera es la Línea 12, que será un arma fácil para atacar al canciller, desde dentro o desde afuera. El otro obstáculo es su impopularidad dentro del morenismo; si bien será AMLO quien escoja al candidato de Morena, será el morenismo quien tendrá que operar la elección; un candidato poco popular puede mermar los ánimos y generar divisiones o desprendimientos internos. AMLO sabe de la capacidad política de Ebrard, pero también sabe de los riesgos que implicaría para él y su movimiento. Claudia Sheinbaum le garantiza unidad, lealtad política y un liderazgo que no acabará por hacerle sombra.
Sin embargo, Ebrard tiene una última carta que jugar. La política no es un juego de suma cero, y si bien Ebrard no es el candidato ideal para el presidente, hay escenarios en los cuales puede ser la mejor opción para AMLO. Si por un lado, Ebrard no garantiza la misma lealtad que Sheinbaum, definitivamente brinda más garantías que un triunfo de la oposición. Esto no deja de ser importante. Las elecciones intermedias han puesto sobre la escena la posibilidad de que una alianza opositora pudiera lanzar a un candidato o candidata competitiva. En ese escenario el Presidente seguramente tendrá que ser pragmático. Ebrard es uno de los pocos personajes de la política nacional que tiene altos niveles de conocimiento y percepción y que además puede llegar a votantes que son lejanos o imposibles para AMLO y gran parte del morenismo. Si la contienda está muy cerrada, Ebrard es la mejor opción para garantizar el triunfo.
Hay una última variante de ese escenario que habría que considerar: la posibilidad de que el mismo Ebrard fuera el candidato de unidad de la oposición o de otro partido político. Ante la posibilidad de ese escenario, Morena tendría que evaluar si no conviene un Ebrard catapultado desde su propia plataforma a tener que enfrentarlo en las elecciones desde otra trinchera. Claudia Sheinbaum puede ser la candidata favorita del Presidente, pero AMLO es un político hábil y pragmático y sabe que la decisión dependerá del escenario pre-electoral 2024. Por lo pronto, al nombrarlos, el Presidente los ha puesto a competir públicamente para ver quién puede convencerlo de que es la mejor opción para su “proyecto”. En todo caso, elegir entre Sheinbaum y Ebrard, no es una mala disyuntiva dado el historial político reciente del país. Si el próximo presidente está entre esos dos personajes, ese sería el logro más grande de la llamada 4T.
Analista político.