Ningún partido gobierna para siempre. Ni siquiera el PRI lo logró. Y sin embargo algunas de las acciones de Morena parecen estar pensadas como si ese fuera el caso. En política lo más difícil no es saber perder, es saber ganar y hay sectores de Morena que han llegado con ánimos de venganza y de restregar su triunfo apabullante sobre todos los que no piensan como ellos. Se exceden y los excesos generan otros excesos pero en sentido opuesto… tarde o temprano.

La estrategia del partido en el gobierno es cortoplacista, gobernar es el arte de llegar a consensos, de incluir, de construir con el otro, y lo que están haciendo en muchos casos es imponer con descaro. El mayor reto de Morena en los próximos 3 años es poder autogobernarse, es decir construir una clase política mucho más madura, institucional y profesional.

El pleito con el Poder Judicial ha llegado demasiado lejos. La reforma judicial no resuelve los problemas graves del sistema jurídico y sí genera espacio para perversiones indeseables; no sólo el control partidista del Poder Judicial también eventualmente el control del crimen organizado del mismo. Nuevamente la visión es cortoplacista; mientras que ellos gobiernen les beneficiará a ellos, pero ¿qué pasa cuando no? ¿Y si llegara la ultraderecha al poder en México? ¿Y si volviera el calderonismo? Negar estas posibilidades es absurdo. Lo que están sembrando hoy puede perseguirlos mañana.

Ahora se ha llegado a un límite injustificable, la “supremacía constitucional” va a generar de facto un poder desmedido, y un poder listo para ser abusado y usado a conveniencia. Es un exceso innecesario que además es dañino para el país; para todo el país, incluyendo los más vulnerables que siempre son los que más sufren los abusos de poder; de este o de algún futuro gobierno. Todo parece seguir una lógica del absurdo, los dos bandos se retan a ver si pueden subir aún más el tono de la discrepancia, si pueden llegar a más extremos y más absurdos y cuando uno creería que uno de los dos lados ha llegado al límite, el otro lo supera. Es una espiral sin fin, que si no se detiene de tajo tendrá consecuencias graves y afectará la economía y la viabilidad del país.

Irónicamente, mientras en lo interno el poder se excede, en lo externo se contiene de manera innecesaria. Mientras que todo esto sucede en México, en Rusia, Brasil y los BRICS se reúnen, y el G7 observa atentamente a través de los encuentros del Banco Mundial y el FMI en Washington. En ambos casos México parece estar ausente. De la misma forma que nos hemos ausentado irresponsablemente del conflicto en Venezuela.

Brasil lo tiene muy claro, es México o Brasil, y por eso su política exterior es asertiva. Brasil busca ser la potencia mas grande de América Latina y así actúa. México en cambio, es la doceava economía del mundo, y aún así cree que no le corresponde tener una política asertiva en lo local y lo global. Hay una mentalidad en México que nos limita, una noción de que si no se trata de seguridad, educación, salud o combate a la pobreza no tenemos derecho a la ambición. Brasil sufre de los mismos problemas que México, pero entiende que está en sus intereses asentar su dominio en América Latina y reclamar su lugar en el mundo. En cambio, México no ejerce su poder, un poder que innegablemente tiene, por el tamaño de su economía, por su ubicación geopolítica y porque contrario a lo que los próceres de la Doctrina Estrada creen, históricamente México se ha inmiscuido activamente en conflictos internacionales (España, Nicaragua, etc.).

En casa el exceso del poder y fuera de ella la falta de poder. Una ironía en detrimento de nuestro país. Hace unas semanas, veía con orgullo a la primera mujer presidenta de México, su curriculum y experiencia hacían sentir que México podía aprovechar por fin su enorme potencial, pero para ello tendrá que calibrar: bajarle al exceso de poder en lo interno y ejercer más poder en lo externo.

Analista. @emiliolezama

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