En lo que va del 2022, cinco periodistas han sido asesinados en México. En lo que va del sexenio van más de cincuenta. En medio de una realidad de suma vulnerabilidad, el jefe del estado mexicano usa su tribuna y su popularidad para atacar directa e individualmente a miembros de este gremio. El día viernes, esta increíble ironía llegó a nuevos límites. El Presidente usó su tribuna y su poder para revelar el supuesto salario de Carlos Loret de Mola y con ello exponerlo públicamente de una forma que pone en riesgo su integridad física.

El periodismo se ejerce desde posiciones muy distintas. Ninguna de estas formas es objetiva porque está hecha por sujetos. Hay periodistas que nos gustan y periodistas que no. Hay periodistas éticos, pero también hay vendidos y corruptos. Hay periodistas orgánicos y periodistas ideológicos. Toda verdad es falsificable, toda información está sujeta a interpretación, la verdad no existe como una entidad absoluta. De eso se trata el periodismo. Por eso, sea quien sea, cuando se ataca por su trabajo a uno se ataca al periodismo en general. Un periodista puede gustarnos o no, pero si permitimos que se le exponga y se ponga en riesgo su integridad por ejercer su labor, estamos permitiendo que a cualquiera en México se le haga lo mismo.

La solidaridad con Loret de Mola parte de este principio. No se trata de avalar ni la posición ideológica, ni la carrera de un individuo, sino de mostrar solidaridad inequívoca ante un hecho condenable. El Presidente cruzó una línea que no se le debe permitir cruzar a ningún jefe de estado con ningún periodista. Desde ahí se construye la causa común.

Ante ello, la reacción de la sociedad civil en redes sociales fue muy interesante. El evento de Twitter “Space” juntó a miles de personas de muchos espectros políticos y sociales en torno a lo sucedido. Como respuesta a un hecho inadmisible, el ejercicio fue sumamente conmovedor. El riesgo es que se convierta en otra cosa. La indignación debe canalizarse para impedir que vuelva a suceder. Para exigir que en lugar de usar el espacio público para denostar a periodistas, el Presidente lo utilice para decirnos ¿quién asesinó a Lourdes Maldonado? ¿Por qué mataron a José Luis Gamboa? ¿Y qué estrategia van a llevar a cabo para proteger a los periodistas en México?

Lo que se debe cuidar, es que la esencia de esa solidaridad no se tergiverse. Muchos oportunistas empiezan a usar la solidaridad que se construyó el fin de semana para sus propios intereses políticos. La unión de los diversos en torno a una causa es loable y aplaudible siempre y cuando sea genuina. Transformarla en un dique ideológico sería un error. Lo que nutre a la solidaridad de ayer es que viene desde individuos con visiones muy distintas de mundo pero que condenan igual lo hecho por el Presidente. Si se pierde esa esencia de lo diverso, la causa se debilita.

Hay una oportunidad histórica por construir contrapesos democráticos desde la sociedad civil, pero para que tenga éxito se tiene que luchar contra la inercia de utilizar las coyunturas para filias y fobias personales o partidistas. Si hay un discurso más desgastado que el del gobierno es el de la oposición partidista y su desconexión con la realidad. Por eso es importante luchar contra la inercia de la comunicación entendida como un desplegado de los abajo firmantes, de las reuniones en cafés de Polanco y las palmaditas en la espalda. Se tiene que trascender la comunicación endogámica de la clase intelectual y la sociedad civil y hacer lo que el Presidente ha hecho muy bien: construir una comunicación más inclusiva, para comunicar la importancia de este mensaje a otros sectores de la población a los que la inteligencia mexicana pocas veces le ha hablado.

Lo sucedido el viernes tiene implicaciones gravísimas para la democracia mexicana. La reacción ante ello puede significar un parteaguas en el otro sentido. No caigamos en la inercia automática del discurso simplón y la desconexión con la realidad nacional. Que se aproveche esta triste oportunidad para construir una sociedad civil genuina y que se extienda a sectores que no han participado de ella. Dejemos de hablarle al espejo y abramos la ventana.

Algo está muy mal en un país cuando el Presidente pone en riesgo la vida de sus ciudadanos. Cuando en lugar de hablar de cómo va a proteger a los periodistas, habla para vulnerarlos. Cuando en lugar de exponer a los criminales, expone a los comunicadores. Solo podemos imaginar la tranquilidad de los criminales al ver que el jefe del Estado mexicano comparte con ellos un desdén por el gremio periodístico. La tranquilidad de no saberse perseguidos, de saberse impunes. ¿Quién asesinó a Lourdes Maldonado ? ¿Por qué siguen asesinando a periodistas? ¿Por qué no hay una estrategia para acabar con la violencia en México? Exijamos esas respuestas y no permitamos que se use el poder presidencial para poner en riesgo la vida de ningún ciudadano.


Analista político

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