A unos días del lanzamiento de sus memorias, Edward Snowden le confiesa al periódico The Guardian que su mayor preocupación no es su futuro sino el de la humanidad. Desde que el exmiembro de la CIA y la NSA decidió alertar al mundo sobre el espionaje desmedido por parte del gobierno de EU a sus ciudadanos, su vida ha estado en constante peligro. Sin embargo, a Snowden lo que le preocupa no es él, sino cómo el individuo sigue perdiendo la posibilidad de la privacidad ante el avance tecnológico. “El peligro más grande sigue estando en el futuro, con el refinamiento de las capacidades de inteligencia artificial, como el reconocimiento de rostros”, expresó en la entrevista.

La preocupación de Snowden no es del dominio popular, los periódicos y las mesas de debate están inmersos en la coyuntura eterna de la cotidianidad. Esto es normal, al individuo le cuesta mucho trabajo ver más allá de lo inmediato. En 1945 ni la sociedad de Nueva York, ni la de Hiroshima debatían sobre los riesgos de los avances tecnológicos que permitirían al proyecto Manhattan desarrollar la bomba nuclear; como todas las sociedades, las de Nueva York y Hiroshima de esa época debatían en torno a guerra, política local, empleo, seguridad etc… La cotidianidad tiene una importancia inobjetable, pero en retrospectiva no deja de ser revelador que la sociedad haya ignorado el riesgo más grande de su generación.

En esta ocasión el riesgo fundamentado es la inteligencia artificial. “Un día podríamos perder control de los sistemas de inteligencia artificial a través del surgimiento de superinteligencia que no actúe en acuerdo con los deseos humanos, esos sistemas tan poderosos, podrían poner a la humanidad en riesgo”. Estas palabras no vienen de una película de Hollywood sino de una carta escrita y firmada por Stephen Hawking, Elon Musk y otros 150 científicos en el mundo que están genuinamente consternados de que no haya límites, ni debates éticos en torno a la creación y utilización de la Inteligencia Artificial. No son los únicos consternados, el filósofo ambientalista Peter Singer ha pasado su atención del cambio climático a la Inteligencia artificial porque la considera un riesgo más latente.

El momento en que la inteligencia artificial pudiera superar a las mentes humanas y ser capaz de crear otras inteligencias artificiales por sí misma es llamado “la singularidad”. Se trata de un riesgo inminente, pues significa perder control del desarrollo de la tecnología y sus fines. Sin embargo, en la entrevista otorgada a The Guardian, las preocupaciones de Edward Snowden son mucho más inmediatas. “Un equipo de vigilancia equipado con cámaras con inteligencia artificial, no sería solo un instrumento de grabación, sino algo más parecido a un policía automatizado”. “La preocupación de Snowden es que los gobiernos del mundo, apoyados en las compañías de Internet, empiecen a crear un archivo permanente de todas las personas del mundo, grabando cada instante de su vida diaria”, revela The Guardian.

A este miedo se agrega un tema que no gusta en una época enamorada de las supuestas bondades de las redes sociales y el llamado “empoderamiento del individuo”: la del límite de nuestra libertad digital. Con la llegada de las redes sociales, la conectividad digital y la tecnología de grabación en nuestros celulares, los individuos nos hemos vuelto los vigilantes del sistema.

Nos vigilamos unos a otros de manera exhaustiva. Esto tiene beneficios porque significa que el desempoderado puede evidenciar al que abusa del poder, pero también tiene un lado perverso; la invasión absoluta de la privacidad, del anonimato y la conversión del individuo en una especie de policía moralina que utiliza las redes sociales para juicios públicos.

El mundo puede estar anonadado con las supuestas virtudes de estas tecnologías y las nuevas formas de comunicación, pero la falta de interés en debatir los límites que debemos establecer ha generado un mundo hipervigilado, donde aunado a las cámaras de seguridad, al espionaje gubernamental, a la recaudación de información de las empresas, ahora tenemos un sistema de vigilancia ciudadano, con juzgados morales y sentencias públicas. Es decir, una realidad no muy distinta a la de los estados totalitarios del pasado. La tecnología contemporánea siempre se legitima a sí misma proclamándose una nueva herramienta de empoderamiento del individuo frente a los poderes, pero en la realidad es el individuo mismo el que ha tenido que sacrificar su individualidad y su privacidad en pos de este supuesto beneficio. El avance frenético de la tecnología sin discusión filosófica, política, ética y humana, es considerada por Edward Snowden y miles de científicos como el riesgo más grande para la humanidad. El tema puede no ser muy popular, pero puede resultar ser el que defina a nuestra generación.

Analista político

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