Uno de los aspectos más interesantes del gobierno de AMLO, es cómo la gente reacciona a él. AMLO construye su gobierno desde la emocionalidad y con ello logra sentar las bases de su narrativa. La emocionalidad funciona para sus objetivos porque construye un nivel de reacción más primario que le permite a un gobernante un manejo más fácil del debate público. Cuando el pensamiento y la racionalidad son inhibidos o puestos en un segundo plano, afloran las emociones y con ello una manera más reactiva y menos sopesada de la discusión. Esto es sumamente efectivo para su causa, los simpatizantes actúan ante él con fervor y militancia, y los opositores con encono y desesperación. La lucha política deja de darse en el campo de las ideas y se traslada al de las pasiones.
En la realidad es difícil argumentar que el mandato de AMLO esté siendo muy distinto al de sus antecesores. Hay obras faraónicas, algunas plausibles, otras anacrónicas. Hay políticas populares y otras menos. La reforma eléctrica que propuso es tan polarizante como la de Peña Nieto aunque por las razones contrarias. El aeropuerto de AMLO puede parecer raquítico, pero el de Peña era sumamente corrupto. El Tren Maya tiene su paralelismo con el tren de Querétaro. Su empoderamiento de los militares es una continuación de la política de Calderón. Su proyecto del bosque de Chapultepec es controversial, pero no lo es más que la Estela de Luz.
Evidentemente, hay diferencias esenciales en la direccionalidad de las políticas públicas y esas diferencias pueden gustar más o menos a cada ciudadano, pero lo interesante es que la reacción ante estas acciones parece desproporcionada si la comparamos a la reacción a las políticas del pasado. La realidad no ha cambiado tanto como para justificar el cambio de la reacción pública ante lo que está sucediendo.
Existe una noción arraigada de que vivimos o en el mejor gobierno de la historia o en el peor. Cada uno de los bandos ha construido su realidad y se la ha creído. En gran medida, esto es ocasionado por una tendencia mundial hacia la emocionalidad sobre la racionalidad y el provecho que han sacado algunos políticos de ello. AMLO no es el culpable del estado intelectual de las cosas, pero ha sabido aprovecharse de él.
La política económica global y su discurso causaron una gran desconexión con las periferias del mundo. Aquellos que no estaban dentro de la narrativa de la globalización y que sintieron que cada vez su vida se veía afectada por lo que para otros, en el centro del sistema, significaba mejoras. Al mismo tiempo las redes sociales construyeron un ambiente que favorece la emocionalidad. Si no opinas a tiempo, no hay tiempo para opinar. Las redes se tratan de tendencias y de reacción a ellas. El pensamiento profundo y la racionalidad rara vez van de la mano de la inmediatez y la moda. Algunos políticos se han vuelto hábiles voceros de este nuevo mundo, y muchos ciudadanos han caído en la trampa de la emocionalidad.
Es evidente que hay cosas que preocupan del mandato de AMLO. El desgaste a las instituciones no es sano para una democracia. Pero ese desgaste tampoco es nuevo, lo que es nuevo es que sea tan público. Lo que AMLO ha transformado es la forma de hacer política. AMLO juega sus cartas desde lo público, socializa su manera de actuar y de pensar para generar reacciones emocionales en el público. Esta constante socialización de sus acciones hace que se sientan más grandes y que nos lleguen de forma más emocional. El resultado es que todo se vuelva más presente y con ello más desgastante o emocionante según el lado de la ecuación del que se esté.
Hasta el momento esto funciona a su favor. Sus votantes se han vuelto militantes y sus opositores enemigos. AMLO ha sentado las bases del juego, se juega desde la retórica y desde la emocionalidad y sus críticos han decidido actuar en consecuencia.
Es interesante comprobar cómo AMLO ha afectado de manera tan profunda la psicología de millones de individuos. Gente que todos los días se siente afectada, positiva o negativamente por las palabras del Presidente. Gente que se enoja o se emociona. Gente que se apasiona o se desespera. Gente a la que el discurso presidencial la ha afectado en el sentir de su vida diaria aunque los parámetros de su vida realmente no hayan cambiado. Un lado habla de la gran transformación del país aunque su vida sigue más o menos igual, el otro habla del desplome y la venezolanización del país aunque su calidad de vida es la misma. Los mexicanos se han dejado afectar en un nivel psicológico y personal por el discurso de AMLO, se pelean con sus seres queridos, se enojan, se emocionan y con ello acaban sometiendo sus vidas al Estado.
Analista político
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