Durante décadas AMLO ha estipulado que la mejor política exterior es la interior”. El problema de su frase es que no es cierta. La mejor política exterior es tener una política exterior alineada con tus intereses regionales y globales y este país no la ha tenido en décadas.

Hay muchos mitos en torno al rol de México en el mundo que pesan como lastres sobre la realidad. El primer mito es el de la doctrina Estrada; la idea de que hay un principio de no intervención que México ha seguido escrupulosamente desde hace un siglo, y que es este principio el que ha dado tanta reputación a nuestro país en el mundo. Esa idea es falsa. Si la doctrina Estrada implica la no intervención de nuestro país en asuntos de otras naciones, entonces es evidente que afortunadamente México no ha seguido tal doctrina.

De hecho, se podría argumentar todo lo contrario. Los momentos más importantes de nuestra política exterior han sido cuando no se cumple la doctrina Estrada. México envió balas y municiones a los republicanos españoles, participó en la liberación de las Filipinas en la segunda guerra mundial, dotó a los rebeldes cubanos de transporte y armas para hacer una revolución y apoyó activamente a grupos rebeldes en centroamérica incluyendo a los sandinistas.

El segundo mito es que para algunos, es inconcebible que un país con tantos problemas como el nuestro pueda ejercer una política internacional de liderazgo.  Este es un sinsentido, China, Brasil e India son solo algunos de los países que son más desiguales que México y que sin embargo entienden muy bien que proteger sus intereses y avanzar su influencia son cruciales para poder lograr sus objetivos. Un país que no tiene claro cuáles son sus intereses geopolíticos y que no busca activamente ejercerlos, es un país que queda rezagado y eventualmente ignorado por el concierto de naciones.

Brasil lo tiene muy claro. A diferencia de nosotros, los brasileños se comparan con sus vecinos del sur y se asumen potencia; nosotros vemos al norte y agudizamos nuestros complejos de inferioridad. En Brasil se entiende que México es el único país que puede cuestionar su liderazgo en la región y por eso su política exterior siempre busca excluirnos. Sin embargo, hay momentos políticos en los que hasta Brasil entiende que las dos potencias latinoamericanas tienen que actuar en coalición. La crisis actual de Venezuela es una de ellas.

Brasil entiende que sus intereses regionales están por encima de las afinidades personales de su presidente. Por eso ven con preocupación lo que sucede en Venezuela y entienden que la perpetuación antidemocrática de Maduro no es viable para sus intereses y la estabilidad de la región. Ante esto, han buscado concertar una solución con México y han logrado convencer a AMLO de una posición conjunta que fortalezca esta visión. México lo ha aceptado de manera desganada. La diferencia es clara; Lula parte de los intereses de Brasil como potencia, México, en cambio, lo ve como un episodio anecdótico insertado en alguna trama rezagada de la guerra fría. Donde uno parte de una visión geopolítica, el otro lo hace desde sus filias y fobias.

Es evidente que las elecciones de Venezuela tuvieron irregularidades graves. Ahora, el gobierno de Maduro busca ganar tiempo con la esperanza de que la presión internacional empiece a atenuarse y la atención pública a desvanecerse. Su esperanza es que al suceder esto, él pueda seguir gobernando. Si esto sucede tendría graves consecuencias para la región. Nuevamente, millones de venezolanos tendrían que dejar su país con implicaciones para los países de la región incluyendo México. Por otro lado, volvería el fantasma de las dictaduras a América Latina. Brasil, que alguna vez fue aliado del chavismo, sabe que Maduro no debe continuar y que el resultado de la elección debe ser respetado.

El problema es que la solución al conflicto venezolano sería más fácil con México. Hoy, por el tamaño de su economía, su fuerza cultural y su relación con el chavismo, México es la mejor oportunidad que tienen los venezolanos de que se logre una negociación que respete su voluntad. El candidato de la oposición venezolana puede caerle bien o mal a AMLO, lo importante es que a México y a la región le convienen que nuestro país asuma su liderazgo y participe activamente en lo que acontece en Venezuela. Esto es un asunto de Estado no de voluntad de gobierno.

Hoy, Venezuela necesita una transición pacífica. Hoy Venezuela necesita que se reconozca la voluntad popular. Hoy Venezuela necesita que se ratifique la vía democrática. Pero hoy Venezuela no lo puede hacer sola, y México tiene un rol importante a jugar. No se trata de derechas o de izquierdas, sino de democracias o dictaduras. En una democracia se deben mostrar los resultados electorales y respetarse, sean favorables o no.

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