La obsesión de AMLO con la reforma al poder judicial no viene desde la visión de un estadista que quiere un país más justo. No viene tampoco de un análisis profundo del sistema actual ni de un deseo de solucionar el grave problema de justicia de México. La obsesión de AMLO con la reforma al poder judicial viene de lo visceral, de un repudio que le tiene a un poder que se atrevió a ponerle un alto a su ímpetu de decisiones unánimes e inamovibles. AMLO quiere venganza.

Tomar una decisión de tan alta relevancia basándose en el rencor y la obstinación es un error. Habrá quienes quieran vivir en el mundo de la narrativa de AMLO, pero a los que les interesa alguno de los planos de la realidad, la reforma les preocupa. Mientras que él y algunos de sus seguidores se obstinan con el capricho, los mercados, los empresarios, los académicos y la comunidad internacional advierten de las implicaciones graves de pasar una reforma así.

Es indudable que el poder judicial necesita una reforma. Una reforma profunda que permita a los mexicanos un verdadero acceso a la justicia. El poder judicial es en muchos casos corrupto, ineficaz y hasta coludido. Dicho esto, la reforma de AMLO no pretende solucionar el problema de impartición de justicia en México sino simplemente dar un golpe a la Suprema Corte de Justicia que tantos problemas le ha causado. El país necesita contrapesos, eficiencia y honestidad, el presidente piensa en politiquería y en revanchas. Las condicionantes históricas de AMLO son autoimpuestas. Nada lo limita de ser un gran estadista, salvo él mismo.

Es tan obvio que esta reforma no funciona que Claudia Sheinbaum ha tenido que pasar la mayor parte del tiempo desde que fue electa en peripecias para mitigar las reacciones adversas a la reforma. Pero ante el acoso de la realidad, Claudia no tiene a donde moverse. La posición del presidente parece inamovible y Sheinbaum, con justa razón, prefiere no tener ningún desencuentro hasta no estar instalada en Palacio Nacional. La emocionalidad del presidente es peligrosa, seas aliado o adversario.

A Claudia, el presidente le está haciendo el trabajo más difícil. Las acciones de AMLO pueden tener consecuencias negativas para su mandato. La reforma es una bomba de tiempo: si la reacción al anuncio ha sido negativa, la reacción a su ratificación puede ser fulminante. El capricho del presidente le puede pasar una factura muy alta a Claudia Sheinbaum y al mismo legado de López Obrador. Si el presidente no se obstinara con las reformas al poder judicial, la Guardia Nacional y al INE, las otras 17 reformas enviadas le garantizan un lugar en la historia; estas tres obstinaciones pondrán en tela de juicio su legado.

Si bien es cierto que la propuesta de reforma del presidente no trae soluciones al problema de impartición de justicia en México, su problema más grande no es ese sino la forma en la que fue elaborada y será ratificada. Lo que preocupa no es tanto el que haya una reforma judicial, ni que ésta sea populista y corta de miras, sino que ante la posesión de un poder tan grande como la mayoría constitucional, se actúe de forma tan arbitraria y autoritaria. Lo que preocupa no es tanto el presente sino el futuro; si el presidente usa su nuevo poder en el Congreso para imponer caprichos que han generado reacciones adversas, entonces no hay límite a lo que se puede ratificar en los próximos 3 años. Eso es lo que genera incertidumbre y miedo. Lo que se necesita es certidumbre de que el poder no será abusado, lo que el presidente muestra es que él hará lo que quiera.

La mayoría de las veces los presidentes entrantes se tienen que enfrentar a una crisis que ya ha sucedido o que es inevitable. Lo absurdo de todo esto es que la crisis no ha sucedido y es muy fácilmente evitable. Aunque todas los signos advierten de ella, el presidente se obstina en su curso de colisión. Tal parece que nada que se diga, escriba o suceda va a cambiar la opinión del presidente así que no queda más que cerrar los ojos y esperar lo mejor. No será él quién tenga que pagar las consecuencias, Claudia Sheinbaum tendrá que dedicar el próximo semestre a la contención y, dependiendo de las reacciones, su primer año de gobierno a la reconstrucción. No hay duda de la capacidad de Claudia Sheinbaum, solo podemos esperar que esta nueva trampa que le pone el presidente no le absorba el ímpetu a su visión de país.

PD: El rector de la UNAM, Leonardo Lomelí, ha resultado muy chico para el peso histórico de la Universidad. El desplegado sobre la reforma al poder judicial es lamentable y preocupante.

Analista.

@emiliolezama

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