Hay a quienes esta elección les ha abierto los ojos, hay a quienes se los ha cerrado. El problema mayor de la oposición que clama “fraude”, “elección de Estado” o “recuento de votos” no es el delirio en el que vive sino que ese delirio les impide entender lo que realmente sucedió y por lo tanto aprender de lo sucedido. De hecho, esta obstinación con las excusas confirma la razón de la derrota tan avasalladora. La ventana se les volvió espejo y al asomarse para ver más allá de los confines de lo conocido, el cristal solo acabó reflejando ese mismo mundo desde el que observaban. El descubrimiento más grande de la oposición y de una parte de la elite económica mexicana es que su mundo por más vasto que sea no deja de ser minúsculo. Aunque hay aún quienes niegan esto, por eso hay a quienes esta elección les ha abierto los ojos, hay a quienes se los ha cerrado.

La sorpresa electoral más grande no es el triunfo de Claudia Sheinbaum, sino la incapacidad de la oposición de ver y entender el país que querían gobernar. En el fondo hay un desprecio inherente a este otro México mayoritario que les ha impedido no solo entenderlo sino reconocerlo. A la oposición le es más fácil negar ese México que reconocer su existencia e intentar entender su clamor. Ahí está la evidencia de su derrota: prefieren obstinarse con la idea de un recuento que romper el espejo y darse cuenta que detrás del vidrio había un mundo mucho más grande que el suyo propio. Para ellos es más entendible una teoría de la conspiración que aceptar la existencia de esa enorme otredad. Ahí radica su imposibilidad de conectar con el país. Ahí radica el secreto de su derrota. Entre más hablen de “elección de Estado”, de “fraude” y de “recuentos” menos lograrán entender su propia culpa y por ello menos lograrán conectar con la gente.

Hay algunos en la oposición y sus partidarios que sí reconocen la existencia de ese otro México pero que en su desprecio lo ven como un México inferior: una bola de manipulados que votan sin saber ni entender sus propios intereses sólo porque reciben un dinero del gobierno. Esta condescendencia no solo es deleznable y clasista sino muy perjudicial para sus propios intereses. La narrativa de la 4T por primera vez incluye a millones de mexicanos como parte de un discurso del poder y del futuro. La gobernanza de la 4T además les ha dado insumos tangibles a su vida. ¿Qué les ofrece el otro lado? Un discurso iracundo contra la 4T. Una alineación de personajes y símbolos del pasado que los engañaron o los discriminaron. Una serie de intangibles idiomáticos con los que se nos ha engañado por décadas: instituciones, democracia, división de poderes, libertad de expresión…  y muy poco más. Ante este dilema lo irracional sería no votar por la 4T

El problema de esta ceguera es que México sí necesita contrapesos y necesita una oposición inteligente, bien articulada y con una visión alterna de país que tenga sentido para las mayorías. Para poder tener una oposición digna en México, lo primero que se tiene que tener es la humildad de la autocrítica. Una autocrítica que además tiene que ser muy incisiva dado el tamaño de la debacle. Mientras que la oposición siga culpando a los factores externos por su derrota, seguirá condenada a sus propias fallas e imposibilitada de reconstituirse. Todo lo demás es una pérdida de tiempo para su propia causa. Ni el discurso del fraude, ni mucho menos los absurdos discursos de la “venezolanización de México” tienen algún sentido más allá de las estrechas paredes de ese mundo hermético en el que se metieron y que fue derrotado en las urnas. La mayoría de los mexicanos cree que la vida política del país va por buen camino, si la oposición no quiere entender por qué creen esto, el daño mayor se lo hacen a sí mismos.

Por el otro lado Claudia Sheinbaum tiene un reto propio: la mesura. El triunfo es avasallador pero la actitud debe ser de humildad y de reconciliación. El discurso de Sheinbaum tras su triunfo va en ese sentido, pero alrededor de ella hay muchos que ya se exceden. Claudia tiene que ser responsable y detenerlos. Su primera tarea y la más urgente será convencer al presidente de contenerse en algunas de las reformas constitucionales que quiere pasar. A nadie afecta más que al gobierno de Claudia Sheinbaum una reforma al sistema judicial como lo ha planteado el presidente. Empezar un sexenio con desconfianza de los mercados, con una moneda débil y depreciada sería muy contraproducente. Por el bien de ellos mismos la oposición debe aceptar su derrota y comenzar la autocrítica. Por el bien de su gobierno, Claudia Sheinbaum debe mesurar los excesos y evitar la reforma judicial en los términos del presidente.

Analista. @emiliolezama

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