La renuncia de John Bolton como Asesor de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump constituye un síntoma más de la agonía que vive el Great Old Party (GOP) desde hace varios años, pues más que exhibir una grieta en el partido, exhibe un secuestro. El partido de Abraham Lincoln -fundado en 1854 tras la desintegración del Partido Whig, al cual, también perteneció el mismo Lincoln- se encuentra en el permanente dilema desde la victoria de Donald Trump en 2016, entre cerrar filas con el “trumpismo”, o bien, reencontrar la brújula del conservadurismo tradicional americano. Algunos perfiles como Paul Ryan o Kevin McCarthy se han alineado a las ideas del ocupante de la Casa Blanca, lo que ha derivado en una asimilación del ideario “trumpista” caracterizado por su abierto desprecio a las instituciones, un constante vilipendio a los medios de comunicación y su profunda vocación nativista, racista y xenófoba. Por otro lado, hay un sector que se ha opuesto a las políticas impuestas desde el Ejecutivo, al que pertenecía John Bolton, un remanente de los denominados “neoconservadores” en el gobierno.

Al tratarse de un grupo informal, no existe consenso sobre el origen único de los “neoconservadores”. Esta comunidad intelectual configuró la arquitectura de la política exterior estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, en un horizonte protagonizado por la bipolaridad y el anticomunismo de la Guerra Fría. Se trata de grupo que tomó especial relevancia en la administración del presidente Ronald Reagan (1981-1989) cuando fueron los encargados de enarbolar la promoción de la democracia en el mundo, la hegemonía militar y la vocación internacionalista y multilateralista, con sus excepciones.

Por lo que corresponde al plano económico, los neoconservadores apuestan por el libre mercado y los grandes intercambios comerciales con el objetivo de preservar la preeminencia económica de EEUU en el mundo. Entre los principales ideólogos que han formado parte de este grupo, destacan teóricos y funcionarios como Daniel Bell, Irving Kristol, Seymour Martin Lipset, Jeane Kirkpatrick (embajadora de EEUU en las Naciones Unidas entre 1981 y 1985) y Norman Podhoretz.

Los neoconservadores advirtieron en su momento de los efectos nocivos que traería la victoria de Donald Trump tanto para los valores del Partido Republicano, como para la democracia estadounidense. En la contienda de las elecciones primarias de 2016 los neoconservadores apoyaron a Marco Rubio, sin embargo, al no lograr su nominación optaron por respaldar a Hillary Clinton. Una vez instaurado el gobierno de Trump, diversos grupos de cepa republicana organizaron movimientos disidentes, por ejemplo, Republicans for the Rule of Law, liderado por William Kristol -hijo de Irving Kristol-, que tenía como objetivo denunciar las invectivas de Trump a la legalidad y al Poder Judicial, o bien, el uso cada vez más frecuente de la acepción de Republicans never Trumpers que se les otorgaba a estos grupos disidentes por parte de los medios de comunicación.

Cabe destacar que estos grupos han convivido al mismo tiempo, con diferentes facciones de la extrema derecha estadounidense, como el movimiento Alt-Right de Richard Spencer, el cual, rechaza el conservadurismo convencional e invoca un conservadurismo que adopta el racismo, el aislacionismo y la supremacía blanca. Asimismo, el movimiento del Tea Party, que nace en 2009 en oposición a la administración de Obama y en específico, a su reforma fiscal y a los programas sociales implementados, ante el miedo de la “desnaturalización del sistema económico de los EEUU”. Algunos nombres destacados del Tea Party son la ex gobernadora de Alaska (2006-2009) y ex candidata a la vicepresidencia, Sarah Palin (quien ha apoyado incondicionalmente a Donald Trump) y los congresistas Michele Bachmann y Ted Cruz. El Tea Party impulsó diversas candidaturas del Partido Republicano donde se podía advertir una derechización de éste en la última década.

John Bolton, como peón del neoconservadurismo en el gabinete de Trump, intentó impulsar políticas que compartían las líneas del neoconservadurismo en el ámbito de la política exterior americana. En esta cruzada, Bolton fracasó a pesar de algunas coincidencias que tenía con el presidente, como fueron los casos de la denuncia del Acuerdo Nuclear con Irán y el reconocimiento unilateral de Jerusalén como capital de Israel. En aquellas que naufragó destacan las negociaciones con Corea del Norte, país con el que Bolton tenía una relación hostil desde 2002, cuando bajo el gobierno de George W. Bush -con quien trabajó Bolton-, Corea del Norte lo llamó “honrosamente, escoria humana”. Igualmente, la política hacia Venezuela que, según Bolton “representaba una oportunidad para la administración de Trump…pero requirió una determinación constante de nuestra parte y una presión constante, total e implacable. No pudimos cumplir con este estándar”. Por otra parte, el atropellado encuentro de Trump con Putin en Helsinki, Finlandia, cuando el mandatario estadounidense refrendó su rigidez intelectual, así como su supina ignorancia, se suma a la lista de divergencias Bolton narra en su mediático libro, The Room Where it Happen.

El Partido Republicano vive un rapto por parte de un “trumpismo” carente de proyecto político y orientado por su instinto populista. Trump ha puesto en jaque los mejores valores de los republicanos tradicionales, así como del “ala dura” del mismo, mientras que, por otro lado, exacerba la polarización, el odio y el más primitivo ejemplo del quehacer político. De la sumisión a la cooptación, solo hay un paso.

Asociado COMEXI. Se ha desempeñado como investigador en la Unidad de Investigación y Análisis del CEI Gilberto Bosques en el Senado de la República. 

@Emer_Seg

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