En la Basílica de Nuestra Señora de la “Aparecida”, santa patrona de Brasil, Jair Bolsonaro presidente y actual candidato a la reelección, era ovacionado y aplaudido hace unos días como si estuviese en un mitin político. “Selfies”, niños en hombros y mujeres envueltas en la bandera de Brasil con el rostro del candidato, no asistían a una homilía convencional, sino a otro tipo de liturgia.
Las pasadas elecciones para el Congreso Nacional en Brasil reafirmaron la tendencia de los últimos años: el avance de la ultraderecha con el Partido Liberal (PL) de Jair Bolsonaro. El PL contará con el mayor grupo parlamentario en el Congreso de los últimos 24 años. Si bien Luiz Inácio Lula da Silva sacó una ventaja en la primera vuelta electoral de 5 puntos, esta ventaja no se reflejó en el Congreso. La fuerza política de Bolsonaro alcanzó 99 de los 513 asientos mientras que la alianza del Partido del Trabajo, fuerza política histórica de Lula da Silva, alcanzó 80 asientos. En el Senado la historia no es muy distinta, la fuerza ultraderechista se hizo de13 escaños de los 80 mientras que el PT alcanzó 9.
De confirmarse las encuestas y Lula da Silva se alza con la victoria el próximo 30 de octubre, se enfrentará a un escenario parlamentario completamente distinto a cuando llegó al poder en 2002. En aquel momento, el PT fue la fuerza política más votada en el Congreso y el Partido Liberal estaba fuera del escenario político, pues vería la luz hasta 2006.
En 2018, el triunfo de Bolsonaro constituyó un cambio importante en el sistema de partidos brasileño y en el poder legislativo brasileño. Tras la elección de Fernando Collor de Mello en 1989, la primera que se realizaba posterior a la dictadura militar a través de voto directo, el PT y el Partido de la Social Democracia Brasileña dominaron la escena política por veinte años y se consolidaron como los principales partidos políticos en disputa por la presidencia de la república hasta la irrupción bolsonarista hace cuatro años.
De esta manera, los partidos tradicionales perdieron representación y nuevos actores aparecieron en la disputa política lo que vino a modificar también la realidad legislativa. El sistema de partidos en Brasil es uno de los más fragmentados del mundo. En 2010 había 22 partidos políticos; en 2014 ascendió a 28 y, en la actualidad, son alrededor de 30 partidos políticos con representación legislativa.
Esta atomización del sistema de partidos brasileña propició la configuración de coaliciones y alianzas de gobierno. Cabe recordar que el partido que asumió el proceso de “impeachment” a Dilma Rousseff fue el partido del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), aliado entonces de los gobiernos tanto de Lula da Silva como Rousseff.
Ahora, el “bolsonarismo” no solo sigue vivo, sino que puede seguir creciendo más allá de una posible derrota en las elecciones presidenciales de su líder el próximo 30 de octubre. Lo que representará un desafío para el dos veces presidente Lula da Silva donde la experiencia de gobierno sumado a su reciente pragmatismo lo pondrán a prueba.
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