El paralelismo entre las elecciones de 1866 en las que los republicanos obtuvieron mayorías abrumadoras tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado en la administración demócrata de Andrew Johnson, con las próximas a celebrarse el próximo 8 de noviembre, ha despertado inquietudes sobre los peligros que corre la democracia estadounidense frente a un Partido Republicano cada vez más radicalizado que ha permanecido refugiado en el trumpismo.
En 1868 el presidente Johnson removió al Secretario de Guerra Edwin Stanton, quien se opuso a sus políticas de reconstrucción de los estados que se habían separado de la Unión. Tras esta decisión, los republicanos en la Cámara de Representantes intentaron destituirlo a través de juicio político (impeachment) siendo absuelto por un solo voto en el Senado, el de Edmund G. Ross, quien años más tarde, se convertiría en gobernador del territorio de Nuevo México. Johnson fue el primer presidente de Estados Unidos en ser enjuiciado por un impeachment.
La política estadounidense tiene quizás una regla inamovible: la pérdida de escaños del partido del presidente en las elecciones intermedias. En tiempos recientes la excepción fue otoño de 2002, con George W. Bush que ganó 8 asientos en la Cámara de Representante y un escaño en el Senado, con los ataques del 11 de septiembre como telón de fondo.
La inminente derrota de los demócratas en estos comicios apunta no solo a una reconfiguración de poder más que castiga al titular del Ejecutivo, sino que los intentos de socavar la democracia tal y como la conocemos están presentes y no se esfumaron con la salida de Trump de la presidencia.
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