Julio, agosto y septiembre fueron meses particular y agotadoramente calurosos y engentados. Tanto turista. Aquí en Valencia fue notoria la cantidad de personal internacional que visitó la ciudad, sobre todo porque los extranjeros fueron desfilando por oleadas: primero los italianos, seguidos muy de cerca por los franceses; los alemanes, por lo general en tour, siguiendo banderitas y estorbando en las calles de por sí estrechas del Casco Viejo. La gran mayoría yendo y viniendo por las calles sin mascarilla, sin respetar el toque de queda, en patineta y bicicleta por donde no se debe, un horror para los locales. Tanto forasteros como nacionales más que confundidos con las vallas y desviaciones: ¿Dónde quedó la Catedral? ¿El Mercado Central? Pero hubo Fallas y fiesta y con eso es suficiente.
Aquí en España, como en Francia, los locales tienen la sana costumbre de abandonar la ciudad un par de semanas a sus casitas y departamentos de las cercanías para dar paso libre a los turistas, cuya calidad y cantidad también varia conforme van pasando los meses. Y como dice el dicho, yo también hice lo que vi y me fui a Andalucía, en el sur, donde estuve turisteando como se debe a pesar de que este tipo de actividades, totalmente fuera de mi zona de confort, tienden a ponerme nerviosilla. Visite Málaga, Sevilla, Granada y pueblos aledaños. Como suele suceder en este tipo de actividades comí, bebí y caminé como no acostumbro y si bien no probé todas las delicias y especialidades alimenticias típicas de la región, me cuentan que el rabo de toro y los cachetes de cerdo son muy sabrosos. Pero no fue un viaje culinario sino cultural lleno de iglesias barrocas, íconos y, figuras religiosas particularmente gráficas. La Catedral de Sevilla, por ejemplo, tiene a su entrada una cabeza que representa a San Juan Bautista, medula espinal y músculos a la vista. Es un lugar impresionante, de dimensiones increíbles, ostentoso, impactante. Subí las 34 plantas de la Giralda -el campanario- y, por supuesto, le presenté mis respetos a Cristóbal Colon en donde lleva muchos años enterrado y seguramente no será movido.
Pero con todo y todo, tapas, flamenco, vinos generosos, gente amable, cantos y bailes impromptu, parques ríos y alamedas, lo que mas me impresionó fue la historia de Granada, los 800 años de leyendas y memorias de la Alhambra cuando musulmanes, cristianos y judíos vivían en total armonía con respeto y cooperación mutua. El cambio empezó en 1478, con los Reyes Católicos y la Inquisición. Para 1492 -gran año en España- Granada es retomada y Boabdil, el ultimo monarca musulmán, entrega pacíficamente la ciudad dando pie a la leyenda de que su madre nunca lo perdono por “llorar como mujer” en vez de defender su reinado “como un hombre” … Unos meses después, la expulsión de todo aquel pagano quien no se convirtiera al catolicismo provoca la huida de la comunidad judía con toda su experiencia y habilidades. Poco a poco la Alhambra es modificada y cristianizada, sus domos cubiertos, símbolos y figuras destruidas, palabras sagradas colocadas irrespetuosamente en el piso, para caminar sobre ellas.
Isabel y Fernando fueron tremendos y están enterrados en Granada. A ellos no los visité. No soy fan. Cuentan por allí que la toma de esta ciudad fue más importante para los reyes que las hazañas de Colón, lo que me da bastante idea de la visión de estos monarcas y sus seguidores. ¿A quién me recuerdan?