Yo tengo una teoría: que el instinto maternal es algo latente que existe en seres humanos y otras especies pero que no siempre se desarrolla. Como un gene que está ahí entre tantos otros. Y resulta que no estoy tan lejos de la realidad. El instinto maternal aparece en el cerebro en forma de oxitocina, la famosa “hormona del amor”, tanto en hombres como en mujeres. En 2015 se publicaron varios estudios e investigaciones al respecto y, la conclusión del Proceedings of the Natural Academy of Sciences fue que las mujeres no tenemos un chip especial para la maternidad. No obstante, características de género nos hacen diferentes en muchos sentidos y es el femenino el que responde más rápidamente a los llantos y señales no verbales de los recién nacidos. En pocas palabras, el instinto maternal no existe. “¿Pero cómo?” Se preguntarán. “Si yo quiero a mi(s) hij@s más que a nada en el mundo”. Una cosa es el amor incondicional y otra el instinto maternal. ¿Parecidos? Bastante, pero diferentes.

La maternidad no es para todas, y no tendría por que serlo. Alguna vez la procreación fue una necesidad para el progreso y la economía familiar. No se pensaba en un número. Las mujeres tampoco podían darse el lujo de esperar hasta “estar listas”, a pesar de que ese momento nunca llega. Por ejemplo, mi embarazo fue idea de mi marido y el tic-toc del reloj. Me tomó 9 meses hacerme a la idea de lo que se me venía encima. Y fue amor a primera vista. Ver cómo una personita viva salía de mi cuerpo es algo indescriptible. Mi instinto maternal pasó en ese momento a formar la parte más importante en mis decisiones y acciones. De pronto dejé de ser yo para convertirme en “la mamá de” y he sido muy feliz como tal. Ha sido todo un reto, una enorme responsabilidad que cambió radicalmente mi manera de ver y estar en el mundo. Empezando con cólicos y noches en vela, preocupaciones y retos que van ganando fuerza con la edad, pero también las satisfacciones: primeras sonrisas, primeras palabras, una personita con ansias de correr antes de poder caminar. Logros, fracasos, corazones rotos. ¿Y todo para qué? Para que un buen día empaquen su ropa favorita, den las gracias y se echen a volar. Porque de eso se trata, criar seres independientes, responsables, que sepan distinguir el bien del mal, ir poniendo poco a poco plumas en sus alas y esperar tomen la decisión correcta. Como dijo Kahlil Gibran “…No vienen de ti sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen…Tu eres el arco del cual, tus hijos como flechas vivas son lanzados…”

El instinto de la maternidad toma diferentes formas en cada mujer, es una experiencia que se construye día a día, o no. Hoy por hoy, tener un@ o vari@s hij@s es una opción que no a todo mundo le interesa y la actitud de la sociedad también ha ido evolucionando. No hay que desarrollar este instinto para sentirse “realizada”. Además -y a como van las cosas- se necesita también mucha valentía. Conozco a una pareja que desde un principio decidió no tener descendencia y en cambio tienen cuatro perros. Llevan 25 años de casados y viven en la dicha total, sin preocuparse por escuelas, malas compañías, apatía adolescente o sorpresas en general, porque además, los hijos salen carísimos tanto financiera como emocionalmente. Muchas mujeres solteras y casadas para quienes su prioridad es el reconocimiento profesional y financiero, igual que a los hombres. Y se vale.

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