El día de mañana, señor@s, es mi cumpleaños, algo que no suelo pero son se-sen-ta y merecen respeto. Muchos años de vida con todo y a pesar de. Estoy asombrada. Infinitamente agradecida con la vida y mi ángel guardián quien seguramente tiene algo que ver con Juno, esposa de Júpiter y, según la mitología romana, protectora de las mujeres y madre de todos los dioses. Sesenta es, además, un numero predilecto en las matemáticas por razones que no podría explicar a detalle, pero, en resumen, sumar 48 + 12 cubre todos los números. Por ejemplo, al dividirlo entre 2 obtenemos 30 que es la edad en que me dio cáncer por primera vez y mi vida cambio por completo, no hay día que no agradezca que he vivido en tiempo prestado. Pero esa es otra historia. No siempre lo logro, pero trato de disfrutar los detalles que día a día me regala la vida. Este último mes, por ejemplo, el poder tomar café por las mañanas mirando el jardín de al lado con sus pinos altos, palmeras, jacarandas, palomas, pericos, pajaritos negros. Tanto verde. Tanta vida. Y yo soy parte de ella.

Cumplir 60 es cosa seria porque técnicamente uno pasa a ser mayor. Ahora si no hay vuelta atrás. A estas alturas, pensar en llegar a los 85 suena descabellado, presuntuoso y probable. Yo me conformo con diez menos. Los avances médicos y tecnológicos de estas últimas décadas han sido impresionantes y la sociedad no para de evolucionar hacia algo que no estoy segura de que quiero ver pero, nada de esto depende de mí. Camino más lento, eso sí, pero ya no tengo prisa, llegare cuando tenga que llegar a donde tenga que estar. Ya aprendí que hacer planes es bueno pero, como el bambú, ser también flexibles, estar preparados. A veces me siento como adolescente perdid@ sin saber bien a donde voltear. Mis contemporáneos estarán de acuerdo, en que somos simultáneamente cola de león y cabeza de ratón en la interminable brecha intergeneracional. No somos viejos. Somos Vintage, como escribí en este mismo espacio (21/08/21).

¿Recuerdas quien eras antes de que el mundo te dijera quien debías ser?, pregunta Bukowski. Astronauta, por supuesto, como tod@s l@s niñ@s del mundo, es más, mi obsesión con la luna llego a ser tal que me puse un tatuaje en el tobillo (ya desaparecido) del astro en creciente. Pero el mundo me llevo por otro lado y ha sido fascinante. Tengo planes. No iré a la luna, eso es un hecho, al menos no en esta vida. Mientras más pasa el tiempo más me doy cuenta de que estoy poco a poco recordando quien soy, lo que me gusta, lo que no tolero, mis creencias y carencias, mis límites. Retomando donde me quede: jardinería, manualidades, ¿distracciones de niñ@ o de viejit@? Ya no busco ser validada por nadie, la validez la obtengo de mi interior. En mi cabeza sigo teniendo treintaitantos y estoy convencida de que es un fenómeno muy común entre person@s de cierta edad. De allí que existan l@s chav@s ruc@s y anexos que simplemente no se dan cuenta de que la cosa se pone mejor. Yo estoy tranquila, en paz y, convencida de que llegar a estas edades es liberador y refrescante. Si, son muchos años y pesan en los hombros, la espalda, las rodillas; uso lentes de fondo de botella. Estoy orgullosa de mis arrugas y cicatrices en cuerpo y corazón -mi trabajo me han costado. Ya no busco cambiar el mundo sino vivir en el apaciblemente y, cuando hay manera, hacer el bien sin mirar a quien.

Así que, gracias. Y como diría Spock, live long and prosper.

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