Yo fui muy rebelde. A principios de la década de los ochenta el mundo estaba cambiando y yo con él. No buscaba imponer mis ideas, pero si la oportunidad de ser vista y escuchada sin prejuicios o convencionalismos, como Madonna. Si bien nunca ha sido santa de mi devoción, reconozco y admiro su talento, su profesionalismo, su tenacidad y espíritu guerrero. Cuando dice algo, escucho. Pionera de tendencias, controversial y provocadora profesional, Madonna no da paso sin huarache. Pero esa foto: Habrá sido el close-up o tal vez la iluminación, el caso es que su más reciente reencarnación me tiene en shock: Se ve fatal, cero atractiva ni para su edad (64) ni para la raza humana. El problema es mío, por supuesto, mis conceptos de salud y belleza no coinciden con los de ella y, si hay algo que esta mujer se ha ganado a pulso es el derecho de hacer con su cuerpo y cara lo que se le pegue su regalada gana. Será su manera de fluir, que es lo que esta tan de moda. La coraza que la cubre parece tan sólida como siempre, el reto y la irreverencia siguen siendo sus herramientas favoritas a pesar de que, a estas alturas del partido, no tiene nada que probar.
A mí lo que me intriga es para qué, con qué objeto se ha sometido ella misma a una transformación tan radical. En esta ocasión parece burlarse de los estándares tradicionales de edad y género para convertirse en algo parecido a una creación de Inteligencia Artificial.
En una sociedad como la nuestra donde la “juventud” es venerada, es comprensible que una persona que vive de su cuerpo se preocupe por el paso de los años. La medicina estética de hoy puede hacer maravillas, está al alcance de todos, dejo de ser tabú para convertirse en algo así como un rito que se lleva al cabo a partir de cierta edad. Yo me pongo Botox, por ejemplo, me suaviza las facciones y me quita la cara de dolor de estómago que aparece cuando frunzo el ceño. El meollo del asunto es la reacción del público y los expertos ante el cambio físico de una estrella pop. Leí por allí que si la culpa es de la misoginia, del patriarcado; que si en realidad es edadismo, palabra muy fea que la RAE define como “Discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas”. Yo creo que un poco de los tres. Todo parece indicar que Madonna no quiere o no puede aceptar que el tiempo pasa, que ya es grande, Meterse a las patadas con lo inevitable es causa perdida. Se puede envejecer por las malas, a golpes y sombrerazos. La otra es encogerse de hombros y, darle la bienvenida a esta nueva etapa sin hacer tanto berrinche.
Es verdad que en su mayoría son hombres quienes deciden qué es o no aceptable en sociedad, qué es lo decente, lo apropiado y lo justo para las mujeres. Absurdo, pero así es. La hermandad entre nosotras es una abstracción relativa. Los conceptos básicos del feminismo se han manipulado de tal manera que la división entre sus distintas facciones le ha quitado fuerza y eso sin contar los intentos de inclusión por parte de las personas trans. Madonna ha sido siempre su propia causa, una causa que contribuyó enormemente a la creatividad y expresión de más de una generación; un torbellino, lo mejor y lo peor de las personas Alfa. Pero no la puedo ver como antes, algo ha dado de sí. Ahora pienso en la mujer emancipada, con 6 hijos, tres divorcios y un sequito de personajes que, como rémoras, rodean a quien fuese sirena. ¿Y la sirena, a dónde va?
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.