Hay puentes impresionantes. Tower Bridge en Londres, el Golden Gate en San Francisco, el puente de Brooklyn, el de Sídney. Maravillas de la ingeniería, bellezas arquitectónicas que se han convertido en emblemas que lucen sensacionales en fotos y postales. Podemos encontrar todo tipo de puentes físicos y emocionales que sirven de eslabón entre dos o más cosas y proporcionan continuidad. También existen puentes que se queman, aquellos donde se corta de manera tajante una relación, una situación, cuando las expectativas y la realidad no coinciden dando pie a desilusión, enojo, tristeza, mejor allí la dejamos. Y luego están los puentes festivos, esto es, días de asueto por motivos varios que se unen al fin de semana. Santos, mártires, personajes de la historia son celebrados en su día por lo que bancos y comercios cierran sus puertas al público en general, las escuelas no abren y, el lugar en cuestión entra en pausa. Nunca he disfrutado los fines de semana por lo que uno largo me causa más angustia que ilusión; me chocan, me desfasan, me levanto un martes creyendo que es domingo ¿o miércoles? Nunca el que debe ser y más ahora en que se está volviendo costumbre. Este lunes harán cinco en que los lunes no abre la Comunidad Valenciana y, yo me estoy volviendo loca. Trabajo desde casa. Para realizar eficazmente mis labores me es necesario contar con mucha disciplina, estar atenta a las señales que provienen desde la calle, el ruido de fondo, la posición del sol. Sin campanazos que marquen las horas, niñes en recreo o tráfico ruidoso me es fácil perder la noción del tiempo, olvidarme de la idea de que existen horas que marcan el día, que estos se van uniendo hasta formar semanas, meses, una vida, con puentes.
Este es un experimento social, con enfoque ciudadano, para analizar los efectos de la semana laboral de cuatro días en cuestiones de salud, bienestar de los vecinos, el medio ambiente, hostelería y ocio. La medida fue propuesta por Joan Ribó, el alcalde de Valencia, y puesta a votación el año pasado contando con todo el apoyo de XimoPuig, presidente de la Generalidad Valenciana. 17 a favor, 16 en contra. La oposición no aprobó la misma dando pie a una nueva discusión en torno a la supuesta imposición por parte del gobierno quien, además, ofrece incentivos económicos a las empresas que tomen la medida -hasta ahora son seis. Vox, en particular, dijo que la semana laboral de cuatro días afectara de manera negativa la productividad lo cual está por verse. Habrá resultados en junio y se harán públicos.
Por lo pronto, los valencianos están encantados. El clima nos ha favorecido por lo que las playas de Patacona y Malvarrosa se han visto repletas de personajes que aprovechan desde ahora para lograr eventualmente el bronceado perfecto, dejando el centro de la ciudad para los turistas quienes aparecen por grupos, siguiendo banderitas y estorbando frente a monumentos y puertas, comprando fartones con orxata y helado, intentando leer mapas de papel. Afortunadamente se van temprano y vuelve la calma. Durante unas horas regresa esa quietud tan particular de puente, de día que no es día, que es eslabón. Dando las seis de la tarde la ciudad comienza nuevamente a tomar vida como si fuese un sábado cualquiera y no un lunes, vuelve el ruido, las risas, los niñes jugando futbol aprovechando el horario de verano. Y llega el viernes y yo apenas reintegrándome a la vida. Sábado. Domingo. Feliz 1o de Mayo.