Entre los pocos propósitos que me hice para este 2023 está el de enriquecer mi vocabulario en español.
Una palabra nueva de vez en cuando y a finales de año habré aprendido variaciones sobre la palabra “chido” o “chida”, por ejemplo. Super útil, de esos adjetivos calificativos que se pueden aliar a todo humano, animal, planeta, arte; también puede describir un sentimiento, algo que se siente chido para uno, por alguien. Aquí en Valencia usan mucho el “guay” que es -según lo entiendo- sinónimo de “padre”, que es el primo fresa de “chido”. En cantonés también existe una palabra básica, ‘’mngoi” pero su significado implica educación y civismo: con permiso, disculpe, gracias, oiga, perdone usted.
Así, la columna de hoy es patrocinada por la palabra periplo, que la RAE define como un viaje o recorrido largo que regresa al punto de partida, como antiguamente se hablaba de la circunnavegación. Un ejemplo serían los viajes de Colón al Nuevo Mundo. La otra definición, la más interesante y divertida, se lee: “Recorrido o trayectoria espirituales, doctrinales, ideológicos, etc., de una persona”.
Además de dominguera y elegante, esta palabra transmite por sí sola esa sensación de finalidad. Ciclo cerrado. The End. Me pregunto si periplo se puede aplicar a una relación sentimental, ciertamente al contexto y, en ocasiones, de manera sorpresiva. En la antigüedad, yo solía frecuentar el Lynny’s de Insurgentes Sur, cerca de Altavista en CDMX. No existe desde hace mucho, pero entonces era un lugar céntrico, con estacionamiento, que nos funcionaba de maravilla a mí y el galán en turno. Una noche de verano en que ordené papas a la francesa, comenzó nuestra relación. Pasaron un par de años y nuevamente me encontré en el romántico establecimiento ordenando papas a la francesa también en una noche de verano. La diferencia básica fue que en la segunda ocasión me mandaron a volar. Así el periplo.