Uno de los primeros conciertos a los que asistí fue The Unforgettable Fire Tour en el Summit de Houston. 1985 y U2 estaban a punto de convertirse en megagrupo. Recuerdo que al salir pensé “Cuanto ruido para sólo cuatro músicos” y caminar al lado de mucha propaganda de alguna causa política o ambiental que la banda tenía entonces en sus miras. Obviamente no puse suficiente atención. Uno de los mejores -aunque Ud. no lo crea- fue el de Barry Manilow en las Vegas hace como veinte años. Un entorno relativamente pequeño e íntimo, fans que cantamos y bailamos Copacabana, Mandy y otras clásicas en confeti y globos. El Sr Manilow en su mejor forma, su elemento, casa llena todas las noches. Hubo una época en la historia en donde, además de Frank Sinatra, sólo l@s más tristes y olvidados artistas se presentaban en Las Vegas. Cómo da vueltas la vida. Hoy por hoy, hacer residencia en la ciudad es un rito por demás importante y lucrativo en la carrera de cualquier artista que se respete, incluyendo a U2, quienes en septiembre comenzarán su estancia al ritmo de 100 millones de dólares.

Si de algo se quejan los músicos en general son las giras, los horarios agotadores, el cambio constante de hotel. Una residencia los nulifica, los desaparece, si acaso chequeo de sonido un par de veces a la semana. En mi vida imaginaria, donde soy famosa corista del grupo de moda, una residencia sería como un sueño hecho realidad: Desayuno en la cama, día libre para el shopping, de regreso en el hotel a las siete y show a las nueve. En la camita como Cenicienta. Repetir. Nada de levantarse a la madrugada para tomar el avión o, peor aún, montarse en el autobús por horas hasta alcanzar su destino. Como trabajar desde casa pero mejor, en plumas y lentejuelas. Celine Dion fue de las primeras intérpretes en descubrir este secreto al hacer residencia de 2003 a 2007: 714 shows, $385 millones de dólares. Cher amasó más de 97 millones en dos años. JLo, 101 millones entre 2016 y 2018. Prince, su majestad púrpura, decidió abrir su propio centro nocturno “3121” en donde tocó entre 2006 y 2007. Otros que han pasado o pasarán por allí incluyen los fines de semana con Adele, Aerosmith, Katy Perry, Drake y, por supuesto, Britney Spears quien, obligada por su padre, alcanzó a ganar 138 millones en cuatro años de actuaciones constantes y es considerada la residencia más lucrativa de todos los tiempos. Frank Sinatra siempre lo supo. Las Vegas, en medio de la nada, se ha convertido en sitio predilecto de ricos, famosos y todos los demás. Su residencia permanente y presentaciones iniciaron en el Sands, en 1959 y, continuaron hasta 1994 en el MGM Grand. La ciudad ofrece un sinnúmero de locaciones, escenarios y aforo como el Park MGM, Caesars Plaza, el Hard Rock Cafe y el aún por estrenarse Sphere, donde U2 promete una redención del álbum Achtung Baby como nunca y repleta de “experiencias visuales fantásticas”. Para The Edge, bajista de la banda, las actuaciones en Las Vegas le otorgan al grupo la oportunidad de regresar en el tiempo o viajar a mundos generados por computadora que son completamente creíbles. Habrá que ver. Por lo pronto y por si a alguien le interesa, los boletos más baratos empiezan en $140 dólares. No hay descuentos por grupo.

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