Me encantaría poder visitar esta Gran Ciudad como turista, desde el encanto de la ignorancia, la ingenuidad, guiada por mi curiosidad, Trip Advisor y, ganas de saborear cada bocado. Así como están las cosas no soy ni turista ni local y mi percepción está bastante contaminada. Según yo, sólo los más valientes viajamos a CDMX y aparentemente somos muchos porque el avión venía lleno tanto de extranjeros como mexicanos. Llegamos temprano por lo que antes del aterrizaje dimos un pequeño recorrido sobre la inmensidad de la región. La más transparente. No sé si fue la hora del día o mi buena suerte pero desde mi asiento pude reconocer rascacielos, avenidas, el gran parque de Chapultepec, viaducto Tlalpan. ¿Migración? Cinco minutos. Recoger mi equipaje de la banda 17 me toma otros cinco. Casi una hora hasta casa de mis parientes por las vías rápidas de costumbre. Pasan tres días y yo como el meme, boquiabierta, con las muertes y homenajes a Carmen Salinas y Vicente Fernández interrumpiendo la transmisión de Miss Universo, los festejos de la Guadalupana, la tragedia en Tuxtla Gutiérrez, lo del hijo del Chapo. Y volver, volver, volver. Sigue siendo Covid Central o la tierra del sálvese quien pueda, pero ahora con luces navideñas. Por ejemplo, la verbena popular del Zócalo. WTF?! ¿De quién fue la idea? Yo veo a la gente en la calle y comercios haciendo lo posible por tomar medidas y que si el gel, la mascarilla, la temperatura… Luego, lo familiar y social: tantos sombreros que coordinar.
Van pasando los días y yo re-conociendo mi ciudad, mi gente, con el tiempo suficiente para darme el lujo de priorizar y observar. ¿O será al revés? El caso es que no dejo de asombrarme. De pronto, con todo y peros, este monstruo de millones de personas, coches e infraestructura poco confiable que tanto me impone se convierte en un sitio acogedor y, tanto es así que rompo mis propias reglas y acabo en el cine con un ser muy querido. Hay que tener en cuenta que es la primera vez en más de dos años que asisto a un lugar así, cerrado, con gente. ¿Y la sana distancia ‘Apa? Gente delante de mí comiendo palomitas, gente atrás, Stuck in the middle with you, como dice la canción, mascarilla y todo. Por un momento entro en pánico pero ya nada que hacer y, ¡cómo disfrute la película! Wes Craven . Recomiendo cien por cien. No contenta con eso, pero esta vez al aire libre, fui una posada. Y entonces, igual que los anuncios de embutidos que veo en la tv española de los que tanto me he burlo, ahora soy yo la que abrazo, beso y disfruto cada momento covid con amigos de toda la vida, de esas amistades donde pareciese que no ha pasado el tiempo hasta que intercambiamos fotos de los hijos. Tacos, ponche con piquete y piñata al son de Pandora y Luis Miguel; un tequila por aquí, un Tehuacán por allá. Me rio de mi y conmigo misma por primera vez en mucho tiempo. Canto la letanía y prendo luces de bengala. Observo divertida como el Grinch es destruido a palazos dejando caer dulces y golosinas típicas de quienes crecimos aquí: Cazares, Miguelitos, Pulparindos, Chamoy.
Hay una familia que nos toca, donde caemos por sangre, la parentela. Hay otra familia, la de los amigos, la que se va formando a lo largo del tiempo y cuyos lazos se vuelven inquebrantables. A cada uno agradezco el estar en mi vida aunque sea de lejos, y espero que el año próximo nos traiga más cosas buenas que malas. Paz y amor para todos.