Fui un domingo a las 4 pm, única función. Hubo que trasladarse a Madrid y, a pesar de salir con tiempo de sobra, perdí el tren de ida. No quise tomarlo como mal augurio y pacientemente esperé el siguiente que en dos horas me llevó hasta la capital. Ya allí, en metro otra media hora hasta la parada anterior al aeropuerto de Barajas. Es en serio. Volar hubiese sido más fácil, rápido, económico y decadente. Ahora lo sé. Y es que el recinto donde se encuentra el escenario más grande de Europa está en la llamada Feria de Madrid, IFEMA, al fondo a la izquierda hasta las lonas blancas, poco prometedor. Pero estaba equivocada. Pasando seguridad me esperaba un gran salón dividido en dos pisos y espacios VIP, iluminado con luces de colores, mesas y un ambiente de lo más festivo, cortesía de The Pereyra’s band. Malinche se anuncia como una experiencia, una celebración que busca transportar al público a un México Mágico en donde los tacos son casi auténticos (después de todo esto es España), las margaritas congeladas, pero bien puestas (y a precios razonables) y el servicio otorgado por guapos y atractivas bartenders sacados directamente de central casting quienes, por cierto, suben también al escenario a la hora de los aplausos.
El montaje es técnicamente maravilloso, con agua, escondites, cámaras y micrófonos invisibles; el elenco internacional impecable, la dirección por Nacho Cano acertada. Pero la trama no cautiva. No enamora. No involucra al espectador. El clímax se alcanza con el significado del nacimiento de Martín, hijo de Malintzin y Cortés, creadores de una nueva raza. Entonces se llena el escenario y los actores irrumpen en baile y canto: México grande, libre, México, Mágico mundo nuestro, México Azteca Maya México, Centro del universo... Y así se sigue diciendo puras cosas bonitas del país a ritmo pop casi pegajoso. Son dos horas y media (con intermedio) en donde la música, sin ser mala, no es memorable. Y me duele escribirlo porque el ex-Mecano tardó doce años en ver realizado este ambicioso y costoso proyecto en que no me deja claro lo que quiere decir. Porque, a ver, ¿cómo se le ocurre a este gran músico meterse con la Malinche? Con la mejor intención, tiempo y recursos a su disposición, ¿cómo no se dio cuenta de la polémica que causa este personaje? Y aunque el punto no es ese, es imposible ignorarlo. Una historia de esta magnitud, profundidad y controversia se pierde en medio de coros y coreografías pop cuando lo que merece es una ópera, por un lado. Por el otro...Le falta. Sin poder poner el dedo en el renglón, hay “algo” que no acaba de convencer. Cortés bailando flamenco durante lo que se siente como una eternidad, por ejemplo. Siento que un espectáculo como éste cabría mejor en algún lugar tipo Disneylandia o Epcot Center, sería la sensación, merecedora de boletos del fast track u horas en la cola bajo el sol, éxito rotundo
Se rumora que Malinche se presentará en México y en dado caso les deseo lo mejor. Habrá también playeras, sudaderas, pulseritas, vinilos, C.D.s, gorras, igualmente a la venta copias de “Una patria con madre: La historia de Malinche que nos libera” de Elisa Quijero quien a su vez participa en el documental de Netflix junto con Armando Manzanero y Hans Zimmerman (el más romántico y el más cinemático, respectivamente). La cosa es: ¿Pegará?