Me encanta llegar a una ciudad nueva e ir al super a curiosear. ¿Qué cosas raras encontrare? Sabores, presentaciones, versiones locales de algo que me gusta, lo mucho o lo poco que reconozco. Hay ocasiones en que no encuentro un producto que yo considero básico en cualquier hogar del mundo, como por ejemplo el Jugo Maggi. En Hong Kong se vende por todos lados, en México ni se diga. Pero aquí en Valencia es un producto exótico que solo se encuentra en las tiendas asiáticas de la calle Pelayo o en los puestos especializados de los mercados Central y de Ruzafa.

Yo soy consumidora de marca, no me gusta probar lo nuevo no por lealtad sino por comodidad y experiencia -la mía. ¿Para que buscarle cuando este producto me ofrece lo que quiero? Llevo años comprando el mismo el papel de baño del perrito, jabón lava trastes verde, pasta dental blanca, café, he tenido la suerte de encontrarlos en muchos países y aunque bajo distintos nombres y presentaciones los reconozco. Eso sí, me encantan las muestras y las uso, inclusive he llegado a cambiar de marca cuando el precio ha sido razonable y el producto fácil de encontrar. Una vez me regalaron 2 litros de un jabón para ropa que no conocía y me encantó. Nunca llegué a verlo en las tiendas de autoservicio y me vi obligada a regresar a la marca de costumbre. Globalización, capitalismo, competencia, escala, logística, llámenle como quieran, el caso es que en la mayoría de las ocasiones consumo lo familiar y lo que conozco. Cuando se trata de comida soy peor aún. Trato de comer “natural y saludable”, leo las etiquetas y rara vez consumo comida chatarra o pan de caja. Y aunque no soy la única, es un hecho que muy poca gente se toma la molestia de leer lo que se va a meter a la boca. Los recientes octágonos negros han sido un martirio para todos los diseñadores, pero sin duda es información importante para el consumidor.

Un día hace poco, estando de compras aquí en Valencia, gran emoción al encontrar los clásicos Pingüinos. No me acuerdo si el empaque tenia o no muñequitos, pero en todo lo demás era inconfundible. ¿Los compre? Por supuesto, y me los comí. El deleite no fue tanto, no se si por el control de calidad del pastelito o por que mi paladar se ha vuelto más exigente, pero, a partir de ese momento me propuse investigar la presencia del Osito Bimbo en Valencia. Como habría de imaginarse esta por todos lados. Un pingüino será siempre un pingüino, pero aquí los gansitos se llaman Bony y tienen a un primate en su empaque; Pantera Rosa es algo similar pero cubierto de color rosa, Tigretón como un Chocorol. Me entere también que un pastelito muy popular sobre todo entre los niños y sus mamas es el Bollycao: un pan de hot dog relleno de crema de chocolate. No tiene super héroe, animalito, deportista o celebridad en su envoltura.

Una buena marca es mas que una mascota, más que un colorido logotipo, detrás de ella hay toda una estrategia que apela tanto a la razón como a las emociones. Me quito el sombrero ante la recientemente formada amistad entre el osito y el perro Poppy. ¡Qué golazo! Una marca representa un conjunto de valores, un estatus, un estilo de vida, creencias, mitos, realidades y, toda una serie de datos de interés no solo para el departamento de marketing sino para la sociedad en general; una referencia cultural que toca a varias generaciones. Así que, hasta luego amiguitos, Toño, Chester, Dino, Melvin, Cornelio…Ya nos volveremos a encontrar.

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