A principios de semana, un conocido periodista radicado en CDMX publicó en Twitter la foto de un hombre mayor, barbado, con anteojos y camisa rosa quien, ayudado de su andadera, caminaba tranquila y firmemente hacia el Zócalo. La foto se hizo viral. La última vez que cheque el tuit había sido visto 555 mil veces y retuiteado 4,093. Esta plataforma se distingue por agresiva e insultante y, los cometarios no se hicieron esperar. “Acarreado”, “Lo amenazaron con quitarle la pensión”, “Seguro su hijo con alguna regiduría o puesto le dijo...”. Casualmente ese señor es mi tío, hermano de mi padre y, va a cumplir 93 años. Fue un respetado médico en el siglo pasado quien, al retirarse, optó por olvidarse de las locuras de la gran ciudad y se mudó a un pueblo lejano, en donde fue muy feliz hasta hace un par de años. Viajado, culto, con dominio del idioma inglés, supongo que el Sr. López lo llamaría fifí. No obstante, y como muchos otros millones de mexicanos, voto por él y su 4T. Ahora, decepcionado de la tragedia que es este gobierno, decidió alzar la voz, andadera y todo.

El señor de la andadera
El señor de la andadera

Entonces, yo aprovecho sus instantes de fama porque ¡agh, me hierve la sangre! En primer lugar no me gusta que insulten a mi familia y aunque mi tío se sabe defender, lo que no aguanto es la invalidación que se hace de las personas mayores y su capacidad intelectual. El edadismo a todo lo que da al asumir que entre mayor es la edad, menor el funcionamiento normal del cerebro. ¿Por qué no mejor adoptar y aprender de la sabiduría y experiencia que solamente se obtienen con la edad? ¿Por qué no preguntarse qué tan honda es la desilusión de personas como mi tío? Porque la ciudadanía no necesita acarreados. No hacen falta. Viejos, jóvenes, familias enteras se las arreglaron para reunirse, señoras, señores y adjuntos de todos los ámbitos congregados pacíficamente en varias ciudades de la República expresando su descontento. “Fui porque creo que la democracia se pierde”, me dijo mi tío, “Se pierde el México que todos queremos y no quisiera que mis hijos, nietos y bisnietos vivieran en una tiranía”. Fuerte. Peligroso. Una tiranía es otra palabra para una dictadura, “un abuso o imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad”, dice la RAE, algo que como todos sabemos abunda entre nuestros gobernantes de manera descarada y amoral. El Sr. López y sus secuaces, como siempre, invalidando y descalificando a todo aquel que no esté de acuerdo con sus propuestas, sus engaños, que no sea chairo. Su ineptitud va más allá del sentido común y toda lógica.

Es lunes y, en la mañanera el mismo cinismo de siempre, las mismas respuestas, los mismos culpables, el descrédito. Los organizadores de la marcha en defensa del INE del domingo pasado calculan alrededor de 500 mil participantes desbordándose del Zócalo de la Ciudad de México; el Sr. López siempre tiene otros datos y en este caso contó nada mas 90 mil, su vista parcialmente obstruida por esas anteojeras que usan los caballos que impiden ver alrededor, para él es cuestión de números. Todos los días de todas las semanas de todos los meses de los cuatro años que lleva al frente de nuestro país suman más de mil y, no han sido suficientes para remediar algo, lo que sea, de lo mucho que hace falta en México. Estoy segura de que mi tío no fue el único excreyente y consciente presente. La disputa no es cantidad sino contenido, Sr López, fíjese bien.

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