Hay quienes lo han hecho con fanfarrias y confeti, otros han sido más discretos. Según NBC, el 6 de noviembre, recién pasadas las elecciones que otorgaron el triunfo a Trump, los seguidores de X, la plataforma digital antes conocida como Twitter, la abandonaron de manera masiva. La segunda ola se vino esta semana con celebridades como Mark Hamill y Stephen King, o Jamie Lee Curtis, así como el periódico The Guardian y aquí en España, La Vanguardia. La versión oficial dice que la razón tiene que ver con el cambio en la política de privacidad de X con respecto a su uso de IA, pero todos sabemos que la verdadera historia tiene que ver con Elon Musk, dueño y destructor de X: Él solito ha logrado convertir una maravillosa herramienta de comunicación en un lío politizado de información dudosa, tendenciosa y agresiva que eventualmente dejaré, pero todavía no. Me explico.
Me uní a Twitter en marzo de 2015 –hace casi 10 años– con la intención de promover el blog que me dio por escribir en aquellas épocas. Terminó el blog y yo seguí en la plataforma divertida con los memes, los comentarios, las noticias, su inmediatez casi adictiva. Hice migas. Fue pasando el tiempo y yo, más observadora que participante, fui sintiendo cómo aquello se convertía en los juegos del hambre: darse una vuelta por allí significaba atestiguar el todos contra todos, las luchas políticas, fake news cada vez más frecuentes, los bots, los insultos y luego, la venta a Musk, con quien las cuentas y seguidores se perdieron en el algoritmo infinito del mal manejo. Así, hace unas semanas decidí finalmente abrir una cuenta en threads, parte de Meta, primo de Instagram y Facebook, hijos todos de Mark Zuckerberg y Co., qué se le hace.
Y es que Musk no me inspira ninguna confianza: es como niño chiquito, caprichoso, de esos que hacen berrinche en público cuando las cosas no salen como le gustan. Ha hecho declaraciones antisemíticas, durante la pandemia difundió enormes cantidades de desinformación, su vida personal un desastre. La compra de Twitter fue para él un capricho medio caro y peligroso que, con todo y el éxodo, cuenta con 600 millones de usuarios atenidos al humor de este señor, quien nació en Sudáfrica y tiene nacionalidades estadounidense y canadiense. Elon Musk tiene títulos de físico y economista, pero ¿quién en sus cinco sentidos nombra a su hijo Tau Techno Mechanicus?
Algo que habrá que seguir de cerca es la evolución de BlueSky, la app creada por Jack Dorsey (cofundador de Twitter) que promete ser la versión nueva y mejorada del Twitter original, más amable, más humana. Con unos 15 millones de personas, ya también aparté mi lugar, pero debo admitir que no he tenido tiempo de dar la vuelta con calma para ver a quién me encuentro. Sé de Guillermo del Toro, quien dejó una nota en X avisando que, si algo se ofrece, estará en BlueSky, así nada más. Mastodon es otra opción que ha hecho algo de ruido, pero sus números son bajos. A final de cuentas son más opciones, más oportunidades de intercambio y análisis, cada cual con su propia dosis de sal. Si busco conspiraciones, complots, racismo, división y/o simplemente pleito, me voy a X; para unicornios y nubes de algodón esta threads. ¿Qué encontraré en BlueSky? Y esto es hoy, mañana puede ser muy distinto. Muchos movimientos sociales se crean y retroalimentan por estos medios, el poder del pueblo yace en su capacidad de escribir y compartir, bloquear y borrar. Nos vemos por ahí @saavedraprivado