En la Edad Media, un bardo era un poeta profesional, la persona encargada de comunicar leyendas e historias de la época. Hoy en día tenemos todo tipo de comunicadores, desde youtuberos hasta columnistas, gente que cuenta la vida desde su perspectiva y ya cada quien sabe qué toma o qué deja. Shakespeare, por ejemplo, es el bardo de Avon. Si yo tuviese la oportunidad, presupuesto y conexiones necesarias para ilustrar partes de mi vida –corregidas y aumentadas- publicaría un libro en pasta dura, papel brillante e ilustrado con fotos a todo color lleno de locurillas, desencantos, absurdos y ocurrencias. El reto me divertiría muchísimo y el resultado daría de qué hablar al menos entre la parentela. Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, escrita, dirigida y producida por Alejandro González Iñárritu es precisamente eso: una reflexión en voz alta, relatos de la mente del director, un paseo por su psique.

Hasta hace un par de días hubiese alegado lo contrario, pero lo cierto es que, sí es difícil separar al autor de su obra, sobre todo cuando uno conoce al personaje en cuestión. Alejandro y yo trabajamos juntos en WFM cuando yo era la famosa estrella de televisión mientras que él comenzaba a hacer sus pininos. Años luz. Hoy todo es circo y maroma. Yo conozco al chavo de la “Narvarte”, lleno de ideas y fantasías, aparentemente por las nubes, pero con los pies bien puestos sobre la tierra y, con una cabeza que –pobre hombre- no para. En Bardo, el título lo dice todo. Una falsa crónica, un pedazo de imaginación salpicado de realidades, mezcla de humor agridulce, chistes serios, metáforas, sueños que se ven y sienten, las semblanzas de un bardo contemporáneo que se gana la vida contando historias. Es una película irreverente y técnicamente perfecta con encuadres y tomas espectaculares como todo lo que acostumbra a hacer este hombre y, por lo cual ha obtenido tantos galardones internacionales.

Pero, nadie es profeta en su propia tierra. Me topé con un par de artículos publicados en México en donde reconocidos y respetados líderes de opinión acaban tanto con G. Iñárritu como con la película y al director no lo bajan de ególatra y narcisista. Que si su agenda política, moral, que si la migración, que si está en medio de una crisis de identidad. La fama, las tentaciones, los espejismos que la acompañan, la cuenta hasta ahora. Hay también una pila de cadáveres y otros tantos que se van juntando en el camino. ¿Pero, Quién no ha soñado con volar? ¿Y si nos sale la primera vez, Por qué no intentarlo de nuevo? Volando cada vez más alto, Bardo es una película en donde Alejandro propone varios niveles de intensidad. Cada quien verá lo que quiera ver. Yo puse mucha atención. No soy super fan de su obra (me parece demasiado intensa), ni conozco todo lo que ha hecho. Tampoco he visto la serie de Luis Miguel. Además, la película se estrenó en Valencia sin pompa ni circunstancia, por lo que yo llegué al cine como buena hija de vecin@, esperando pasar un rato entretenido comiendo palomitas en una sala prácticamente vacía. Una lástima.

Bardo es una locura de película, una fumada de algo raro o, tal vez la combinación de tantos años respirando aire contaminado en L.A. y CDMX. Colores, sabores, sensaciones. Salí del cine con gran sonrisa en el rostro. Me encantó. Me llegó. Fue como subirse al ratón loco con los ojos cerrados, como un revolcón en las olas del que uno sale diciendo “Wow. ¿Qué fue eso? ¡Otra vez!”

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